jueves, 19 de noviembre de 2009

“El Cordobazo”




Ver el video en el sitio del Canal Encuentro en: http://www.encuentro.gov.ar/content.aspx?id=1236

- Presentación -
Es la mañana del 29 de mayo de 1969. En la ciudad de Córdoba, numerosas columnas de trabajadores parten de las principales fábricas para marchar contra las políticas de represión y ajuste económico impuestas por la dictadura militar de Juan Carlos Onganía.
La protesta obrera también es acompañada por cientos de estudiantes universitarios, que se congregan en el Barrio Clínicas a la espera de las columnas trabajadoras.
Mientras obreros y estudiantes ganan las calles de la ciudad, una enorme formación policial se concentra alrededor de la plaza principal, para cerrarles el paso.
La represión no se hace esperar. Y lo que comienza como una simple movilización termina convertido en una auténtica rebelión popular. A los estudiantes y los obreros se suman los vecinos, y en cuestión de minutos la ciudad de Córdoba arde.
La rebelión, bautizada popularmente como el “Cordobazo”, recién puede ser sofocada en la tarde del día siguiente, cuando el ejército logra ocupar la ciudad.
Soplan vientos nuevos en la política argentina: las grandes movilizaciones y la lucha popular llegaron para quedarse, y anuncian tiempos de agitación, violencia y desencuentro.

- Desarrollo -
La noche del 28 de junio de 1966, un golpe de Estado derroca al presidente constitucional Arturo Humberto Illia, y designa en su lugar al general Juan Carlos Onganía. Onganía es un militar nacionalista de formación cristiana, que desde principios de la década del 60 lidera una facción de las Fuerzas Armadas, conocida como el bando “azul”.
Los “azules”, en sus comienzos, proponían la defensa de las instituciones democráticas y la no injerencia de las Fuerzas Armadas en asuntos políticos. A diferencia de otros militares, tenían una visión menos negativa del peronismo, al que consideraban un freno para el que creían su verdadero enemigo: el comunismo internacional, cada vez más presente en América Latina a partir del triunfo de la Revolución Cubana.
Pero para mediados de la década del 60, la confianza de los azules en el sistema democrático disminuye, y su anticomunismo crece de forma desmesurada.
Llegado 1966, el bando azul termina dando un golpe de Estado, que convierte a Juan Carlos Onganía en el octavo presidente de facto de la República Argentina.
Cuando Onganía toma el poder, no fija ningún plazo concreto para devolverlo. Su gobierno, autodenominado “Revolución Argentina”, tiene como principal objetivo cambiar de raíz el sistema político del país y poner un corte definitivo a las actividades del peronismo y el comunismo.
Con este objetivo, la dictadura de la Revolución Argentina proscribe a todos los partidos políticos, cierra el Congreso, interviene las universidades nacionales y prohíbe todas las agrupaciones políticas estudiantiles.
El 29 de julio de 1966, apenas pasado un mes de la asunción de Onganía, estudiantes y docentes de la Universidad de Buenos Aires, en protesta por la intervención de esta casa de estudios, ocupan los edificios de las facultades de Ciencias Exactas, Arquitectura y Filosofía y Letras.
El gobierno responde enviando a la guardia de infantería, que desaloja a los golpes a docentes y estudiantes. Este hecho, conocido como “La noche de los bastones largos”, inaugura una etapa de fuerte censura sobre la vida cultural e intelectual del país, que hasta la llegada del golpe vivía un período de gran desarrollo y excelencia.
Desde el momento de su asunción, los ideólogos de la Revolución Argentina presentan un programa de gobierno, al que dividen en tres tiempos:
El tiempo económico: destinado a reconstruir la economía.
El tiempo social: consagrado a reordenar la sociedad de acuerdo con lo que ellos consideran las bases occidentales y cristianas.
Y el tiempo político: dedicado a cambiar de raíz el sistema político, desplazando a los partidos tradicionales del lugar central, para dar paso a nuevas formas de participación ciudadana.
Con el fin de poner en marcha “el tiempo económico”, el ministro de Economía de la Revolución Argentina, Adalbert Krieger Vasena, presenta un plan de desarrollo industrial sostenido principalmente por el capital extranjero.
Al poco tiempo de asumir, el ministro Krieger Vasena devalúa la moneda en un 40 por ciento, y congela los salarios por un plazo de 20 meses. Al mismo tiempo, el gobierno suspende las paritarias, elimina los subsidios a las economías regionales, y procede a despidos masivos en la administración pública.
Esta política económica atrae rápidamente nuevas inversiones del extranjero, pero perjudica seriamente al sector obrero. Debido a la eliminación de los subsidios, gran parte de los ingenios azucareros de la provincia de Tucumán se ven obligados a cerrar, dejando sin empleo a miles de trabajadores. Lo mismo sucede con muchas empresas de capital nacional, que al no poder competir con sus pares extranjeras, quiebran.
Si bien las políticas de ajuste del ministro Krieger Vasena no son nuevas, por primera vez hay un régimen autoritario dispuesto a llevarlas hasta las últimas consecuencias.
A pesar de ello, el sindicalismo peronista, representado por los dirigentes Augusto Timoteo Vandor y José Alonso, intenta un acercamiento con el nuevo gobierno. Incluso el mismo Perón, todavía en el exilio, ve con buenos ojos a Onganía, a quien considera un militar cristiano, profesional y anticomunista con el que se puede
llegar a entender.
Las esperanzas del peronismo en el nuevo gobierno duran apenas unos pocos meses. El plan de racionalizar los ferrocarriles y el cierre de los ingenios azucareros pone a la CGT en pie de guerra.
A fines de febrero de 1967, los sindicatos peronistas idean un nuevo plan de lucha, cuya primera medida es declarar una huelga general.
La respuesta del gobierno es suprimir la personería jurídica de los gremios azucarero, metalúrgico, textil, telefónico y ferroviario.
Los dirigentes más conciliadores intentan negociar con el gobierno, pero del otro lado sólo encuentran silencio.
Llegado marzo de 1967, los principales líderes de la CGT se encuentran entre dos fuegos:
-Si se resisten a las medidas del nuevo gobierno, este cuenta con todo el poder para arrasarlos.
-Si no se resisten, el mismo movimiento obrero, tarde o temprano, los va a cuestionar.
El conflicto interno de la CGT no tarda en estallar. Mientras los dirigentes tradicionales como Vandor y Alonso asumen una actitud pasiva, los sectores más combativos llaman a resistir los excesos autoritarios de la dictadura de Onganía. Entre estos últimos sectores se destaca la figura de un dirigente del gremio gráfico: Raimundo Ongaro.
En marzo de 1968, la CGT busca definir su accionar ante las políticas represivas de la dictadura, y con este fin organiza un nuevo Congreso Normalizador. El gobierno de Onganía, con el apoyo de Vandor, decide impedir la participación en el congreso de los sindicatos estatales, en su mayoría alineados tras la figura de Raimundo
Ongaro.
Los partidarios de Ongaro no hacen caso a esta prohibición y se reúnen en la sede del sindicato de transporte. Vandor, que no quiere perder el control de la CGT, retira a todos los delegados fieles a su conducción, con la intención de dejar sin quórum al congreso.
A pesar de la maniobra de Vandor, los sectores combativos logran reunir el quórum necesario, y el Congreso Normalizador se lleva a cabo. Al término de este, Raimundo Ongaro es elegido nuevo secretario general de la CGT.
La designación de Ongaro caldea los ánimos de los seguidores de Vandor, que se niegan a aceptar a la nueva conducción, por lo que deciden apartarse para formar otra CGT.
De esta manera, el movimiento obrero argentino queda dividido en dos: por un lado, el sector combativo, que pasa a llamarse CGT de los Argentinos –cuya sigla es CGTA; su líder, Raimundo Ongaro, cuenta con el apoyo de la mayoría de los sindicatos del interior. Por otro lado, el sindicalismo vandorista, menos crítico del gobierno, que mantiene la tradicional sigla CGT.
A mediados de 1968, los intentos de control político y social de la dictadura de Onganía generan un profundo malestar en varios sectores de la población. Para esta época, una provincia argentina se convierte en uno de los principales focos del descontento.
La provincia de Córdoba es la segunda zona industrial del país, después de Buenos Aires. Gran parte de sus sindicatos responden a la CGT de los Argentinos, y uno de sus líderes, Agustín Tosco, adquiere cada vez más relevancia a nivel nacional.
Además de ser un polo industrial, Córdoba también se distingue por su rica tradición universitaria y la activa militancia política de sus estudiantes. Pero la represión desatada tras el golpe del 66 hace que los principales líderes estudiantiles cordobeses deban seguir sus actividades desde la clandestinidad.
El clima de persecución política y el recorte de las libertades, comienzan a acercar posiciones entre líderes estudiantiles y dirigentes de la CGT de los Argentinos, quienes rápidamente tienden lazos de solidaridad entre sus organizaciones.
Para 1968 la alianza entre obreros y estudiantes es un fenómeno de trascendencia mundial. En mayo de ese año, una revuelta estudiantil sacude a la ciudad de París. Lo que había empezado como una simple protesta contra de una reforma educativa, en cuestión de horas se convierte en un rechazo al sistema político y social en su conjunto, que no tarda en ser apoyado por el movimiento obrero francés.
Pocos meses después, en la plaza de Tlatelolco, ciudad de México, estudiantes y trabajadores se congregan para manifestar contra el gobierno. En las últimas horas de la noche, fuerzas militares y policiales inician una dura represión, que termina desatando una masacre.
También en 1968, a las agitaciones de París y México se suman las masivas manifestaciones, protagonizadas por jóvenes estadounidenses en contra la guerra de Vietnam, y los sucesos de la “primavera de Praga”, un intento del pueblo checoslovaco para transformar el rígido sistema comunista de su país.
Llegado el año 69, el clima político de la provincia de Córdoba es de total efervescencia. Al descontento de los obreros y los estudiantes se suma el de la clase media, perjudicada en gran medida por el plan económico del ministro Krieger Vasena.
A principios de año, un fuerte aumento en el impuesto inmobiliario termina de despertar la indignación de la población cordobesa.
Para este tiempo quedan muy pocos lugares donde hacer política. De manera imprevista, un sector de la Iglesia católica, principal aliado del gobierno de Onganía, se convierte en un gran crítico de la dictadura.
A mediados de 1968, en la provincia de Córdoba se lleva a cabo el Primer encuentro Nacional de Sacerdotes para el Tercer Mundo. El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo es una nueva corriente dentro de la Iglesia católica, que surge en apoyo a los postulados del Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín.
Los sacerdotes tercermundistas proponen la existencia de una Iglesia con “opción por los pobres”, y alientan a los creyentes a una mayor participación política, para lograr lo que algunos llaman un “socialismo cristiano”. Este movimiento es recibido con gran entusiasmo por varios sacerdotes argentinos, muchos de los cuales viven y trabajan en la provincia de Córdoba.
Es así que muchos estudiantes y trabajadores cordobeses, imposibilitados de hacer política por las vías normales, encuentran en algunas iglesias de su provincia un lugar donde reunirse y discutir sus ideas.
En los primeros días de mayo de 1969, el clima político cordobés entra en combustión. La mecha del conflicto la encienden los obreros de las empresas metalúrgicas, indignados por cobrar los salarios más
bajos del país dentro de su rubro.
Los trabajadores de la industria automotriz, afectados por las frecuentes suspensiones y la eliminación del “sábado inglés”, deciden sumarse a la protesta. Su líder sindical, Elpidio Torres, busca el apoyo de Agustín Tosco, máximo referente de la CGT de los Argentinos en Córdoba.
Por su parte, Tosco también entra en conflicto con el gobierno de la provincia. El anuncio de una privatización parcial de la EPEC, la empresa provincial de electricidad, pone a su sindicato en pie de guerra.
A Torres y a Tosco se termina sumando Atilio López, secretario general del sindicato de Transporte, descontento por la reorganización del régimen de transporte de la ciudad, que afecta directamente los intereses de sus trabajadores.
Mientras el conflicto obrero cordobés crece de manera exponencial, en la provincia de Corrientes, durante una protesta por el cierre de un comedor universitario, muere el estudiante de Medicina Juan José Cabral, víctima de la represión policial.
La protesta de los estudiantes correntinos se extiende rápidamente a todo el país, y en ciudades como Córdoba, Rosario, La Plata y Tucumán el reclamo universitario es acompañado por los principales dirigentes del sindicalismo combativo.
En una de estas movilizaciones, en la ciudad de Rosario, pierden la vida los estudiantes Adolfo Bello y Luis Blanco. Al día siguiente, durante una marcha de silencio en su homenaje, estudiantes y miembros de la CGT de los Argentinos protagonizan un duro enfrentamiento con la policía rosarina.
Debido a la intensidad de las manifestaciones, el 22 de mayo Rosario es declarada “zona de emergencia”. En cuestión de horas los enfrentamientos entre los estudiantes y la policía recrudecen, y el Ejército decide ocupar la ciudad.
La situación puede ser controlada recién el día 28. Para este momento en todo el país se habla del “Rosariazo”.
En la provincia de Córdoba la protesta obrera y estudiantil no es menos cruenta. La represión ejercida por la policía termina con la instalación de barricadas en el Barrio Cínicas, tradicional barrio estudiantil de la capital cordobesa.
Ante el agravamiento de la situación, desde Buenos Aires, la CGT de Vandor y la CGT de los Argentinos de Raimundo Ongaro acuerdan llamar a un paro nacional de 24 horas para el 30 de mayo. De forma paralela, los dirigentes de la CGT de los Argentinos cordobesa deciden iniciar la huelga un día antes.
48 horas antes de que esta empiece, Raimundo Ongaro, que viaja especialmente a Córdoba para participar de la huelga, es detenido por la policía. A pesar de esto, el plan no se suspende. El 28 de mayo de 1969, pocas horas antes de la movilización, Agustín Tosco, Elpidio Torres y Atilio López llegan a un acuerdo con los estudiantes cordobeses. El día 29, obreros y estudiantes marcharán por las calles de la ciudad de Córdoba. Si bien lo harán en columnas separadas, el objetivo será el mismo: decir basta a la dictadura de Onganía.
La mañana del 29 de mayo no es una más en la ciudad de Córdoba.
En la entrada de las principales fábricas se respira un clima de entusiasmo y agitación. La mayor actividad de la jornada se registra en el barrio Santa Isabel, a la entrada de la planta IKA-Renault.
Desde horas tempranas de la madrugada, Elpidio Torres, titular de SMATA, espera la salida de los trabajadores del turno mañana.
Pasadas las 11 de la mañana, Torres, seguido por unos 4000 trabajadores, marcha hacia el centro de la ciudad por la avenida Vélez Sarsfield.
Por la avenida Colón, los obreros de Luz y Fuerza, liderados por Agustín Tosco, marchan en dirección a la Plaza San Martín, el punto de encuentro fijado por la CGTA para la realización del acto.
En el trayecto, la columna de Tosco debe atravesar el Barrio Clínicas, el lugar donde se congregan los estudiantes.
Pasado el mediodía, las calles de la ciudad de Córdoba se colman de estudiantes y trabajadores, que marchan de manera pacífica y organizada. La cantidad de asistentes supera largamente los cálculos de la policía, que establece un gigantesco cordón alrededor de la plaza principal, para cerrarles el paso.
Al acercarse los primeros manifestantes, la policía intenta repelerlos mediante el uso de gas lacrimógeno. Los estudiantes responden arrojando bombas caseras y bolitas de acero, que entorpecen el paso de los caballos de la policía montada.
Al escuchar los primeros disparos policiales, algunos trabajadores se despliegan por los barrios cercanos, donde son auxiliados por los vecinos, quienes les acercan palos, botellas y cadenas para poder defenderse.
A pesar de la intensa represión, la columna principal continúa su avance e intenta ganar la plaza.
El jefe del operativo da la orden de disparar sobre los manifestantes, lo que provoca la primera víctima fatal de la jornada: el obrero
Máximo Mena. La muerte de Mena, lejos de dispersar la marcha, une más a los manifestantes, quienes arremeten a pedradas contra la policía.
En cuestión de segundos, los alrededores de la plaza se convierten en el escenario de una batalla campal, por lo que la policía decide emprender una veloz retirada.
A partir de este momento la protesta pierde toda organización y se transforma en una rebelión popular, sin líderes ni plan definido.
A las 13 horas del 29 de mayo, en la ciudad de Córdoba se respira un clima de guerra civil. Los comerciantes, asustados, bajan las persianas de sus negocios, mientras que los vecinos aportan colchones y muebles viejos para construir barricadas.
En pocos minutos, las 150 manzanas que comprenden los barrios Alberdi, Clínicas, Nueva Córdoba, San Martín y Güemes se convierten en una zona liberada, que las fuerzas del orden provinciales ya no pueden controlar.
Mientras que en los alrededores del Cabildo y la Plaza San Martín la policía intenta reagruparse, en la Avenida Colón grupos aislados de manifestantes incendian autos y locales de conocidas empresas multinacionales. La elección de estas empresas no es casual, ya que representan al capital extranjero, principal beneficiario de las políticas económicas del gobierno de Onganía.
Al caer la tarde, más de 50.000 personas se concentran en los barrios Clínicas y Alberdi. En lo alto de los edificios, civiles armados con pistolas, escopetas de caza y bombas molotov se aprestan a resistir el embate de las fuerzas militares. Para esa hora, el Tercer Cuerpo del Ejército se prepara para tomar la ciudad.
Así lo relataba el periodista Sergio Villarrue l :
Noticiero 13 en la ciudad de Córdoba, en la avenida principal que da acceso al radio de la ciudad capital, en el momento en el que hace su entrada el Ejército, para hacerse cargo de la situación de la ciudad.
Estos son efectivos de la Escuela de Tropas Aerotransportadas, al mando del general Carcagno, que hace algunos minutos han salido de la unidad en la que están asentadas, cumpliendo instrucciones del comandante del Tercer Cuerpo, Sánchez Laos, para hacerse cargo de la situación en la ciudad de Córdoba. Es decir, se ha planteado una situación similar a la que se produjera hace unos días en la ciudad de Rosario.
Estos son los efectivos de la Escuela de Tropas Aerotransportadas, con asiento en camino a Calera, kilómetro ocho y medio.
Reiteramos, es la primera unidad del ejército que se acerca para hacer su entrada en la ciudad y tomar a cargo el control de la misma.
La policía de capital y provincia no es suficiente para controlar todos los focos de agitación que están produciéndose, según dice un comunicado del propio comando del Tercer Cuerpo, en los distintos lugares de la ciudad.
Con la llegada de la noche, la resistencia popular continúa. En barrios como el San Martín y el Nueva Córdoba la situación se hace incontrolable.
Pasadas las 23, un apagón provocado por militantes del sindicato de Luz y Fuerza cubre de sombras la ciudad.
Por el lapso de dos horas, el ejército que queda totalmente aislado e incomunicado en medio de la oscuridad, y la única luz que alumbra las calles de Córdoba es la de las fogatas y los autos incendiados.
Recién a la una de la madrugada los militares logran reestablecer la luz eléctrica. La rebelión comienza a ser controlada.
Las tropas de infantería realizan detenciones a mansalva, y ultiman a varios de los tiradores civiles apostados en los edificios y terrazas.
Llegado el 30 de mayo, Córdoba es una ciudad ocupada. Tanques de guerra recorren sus calles, y cada una de sus casas y sus esquinas son, a los ojos de los militares, territorio enemigo.
En el transcurso de la mañana, Agustín Tosco y Elpidio Torres son detenidos, y en menos de 24 horas son juzgados por tribunales militares y condenados a varios años de prisión.
Para las 6 de la tarde, el barrio Clínicas, principal foco de la pueblada, ya está controlado. Los obreros y estudiantes que no fueron heridos o encarcelados buscan refugio en los barrios de los alrededores, tratando de escapar de la feroz represalia de los militares.
A pesar que los daños materiales son similares a los de un terremoto, los vecinos, en las calles, viven la jornada como un triunfo. En cuestión de horas, toda una sociedad logró salir de la apatía y el derrotismo, para pronunciarse contra un gobierno sostenido mediante la represión y la censura. Un gobierno, que después del Cordobazo, tiene las horas contadas.

- Cierre -
Los sucesos del Cordobazo echan por tierra el proyecto autoritario de la dictadura de la Revolución Argentina. Onganía, el gran perdedor de la jornada, debe resignar todos sus planes de permanencia en el poder e iniciar la cuenta regresiva de su gobierno.
La tenacidad de la lucha popular obliga a las Fuerzas Armadas a replantear su estrategia y a pensar en una posible apertura política.
De seguir por el camino de la represión, el riesgo de caer en el caos es mucho mayor.
El otro gran perdedor de la jornada es el sindicalismo vandorista, que ve fuertemente cuestionado su liderazgo. En los años siguientes al
Cordobazo aparecerán trabajadores que no sólo cuestionarán al gobierno, sino también a sus propias dirigencias obreras. Esta nueva corriente sindical, que será conocida como “clasismo”, buscará una alianza entre trabajadores peronistas y militantes de izquierda, con el fin de elaborar un proyecto socialista revolucionario.
El 30 de junio de 1969, un mes después del Cordobazo, Vandor es asesinado por una célula del Ejército Nacional Revolucionario, una de las primeras organizaciones guerrilleras de Argentina. Y mientras la violencia crece, Perón, desde el exilio, alienta a los sectores más combativos de su movimiento, para debilitar aún más al gobierno de Onganía.
El Cordobazo inaugura una nueva etapa en la historia del país, signada por la violencia y la lucha popular, que quedará marcada para siempre en la memoria de los argentinos.

Historia de un país. Argentina Siglo XX – Canal Encuentro
Guión: Ezequiel Cazzola – Asesoramiento Histórico: “Eternautas” – Coordinador: Gabriel Di
Meglio / Gustavo Álvarez / Juan Pablo Fasano – Coordinadora general: Jésica Tritten –
Archivo histórico documental de Canal Encuentro: Claudia Perel/ María Flores/ Gachi González/Verónica Kodalle

“La ‘Libertadora’ y la resistencia peronista”


Ver video en el sitio del Canal Encuentro: http://www.encuentro.gov.ar/Content.aspx?Id=1106

- Presentación -
La noche del 9 de junio de 1956, un alzamiento militar liderado por el general de división Juan José Valle intenta tomar Campo de Mayo y las principales guarniciones militares de Buenos Aires, con un solo objetivo: derrocar a la dictadura militar del general Pedro Eugenio Aramburu y permitir el retorno al país de Juan Domingo Perón.
El levantamiento, equipado con escasos recursos y mal organizado, rápidamente es sofocado. Varios de los civiles y militares complotados son capturados por las tropas del gobierno. Pero Valle logra escapar y consigue refugiarse en la casa de un amigo.
En las primeras horas del 10 de junio, el gobierno militar dicta la ley marcial, y da la orden de ejecutar a los rebeldes capturados.
En menos de 48 horas, cerca de 30 civiles y militares son fusilados.
A fin de evitar más muertes, la madrugada del 12 de junio de 1956, el general Valle se entrega a las autoridades nacionales. Esa misma tarde es condenado a muerte.
Un mes después de enfrentar el pelotón de fusilamiento, una carta al presidente Aramburu firmada con el nombre de Valle, comienza a circular por Buenos Aires:
“Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Entre mi suerte y la de ustedes, me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan, será para disimular el terror que les causan. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. ¡Viva la patria!”

- Desarrollo -
A mediados de 1955, las disputas entre el presidente Perón y sus adversarios políticos se agudizan.
Un conflicto con la Iglesia católica, que ya lleva varios meses, actúa como detonador de la ofensiva opositora. El 11 de junio, día la celebración de Corpus Christi, los principales dirigentes del radicalismo, el socialismo y el partido demócrata progresista marchan frente a la Catedral de Buenos Aires junto a militantes católicos y a
miles de ciudadanos que no simpatizan con el gobierno.
Este acto constituye la manifestación popular más importante en contra del gobierno de Juan Domingo Perón.
Cinco días más tarde, en el mismo lugar, sectores antiperonistas de la Marina de Guerra y la Aeronáutica hacen saber su malestar con el gobierno de la manera más violenta: la mañana del 16 de junio de 1955, un escuadrón de treinta aviones bombarderos parte de la base naval de Punta Indio hacia Buenos Aires. Su intención es bombardear la Casa Rosada y forzar la renuncia de Perón.
Al enterarse de la maniobra, el ministro de Ejército, general Franklin Lucero, advierte del peligro al presidente, quien inmediatamente se refugia en los sótanos del Ministerio de Guerra, desde donde dirige el contraataque.
A las 12:40 del mediodía, el primer avión rebelde se abate sobre Casa de Gobierno, dejando caer una bomba de 100 kilos en Plaza de Mayo.
Detrás de él, varios bombarderos operan en picada, descargando bombas sobre cientos de civiles indefensos que se encuentran en ese momento en la plaza.
Una de las bombas da de lleno en un tranvía de la línea 305, y mata a todos sus ocupantes. Cuarenta de ellos son niños de primaria.
A esta altura, el aire de la plaza se vuelve irrespirable. La gente, desesperada, corre a refugiarse donde puede.
Durante cinco horas la que había sido la plaza de los “descamisados” se convierte en el escenario de un encarnizado combate terrestre. En medio del humo negro, los gritos y los cuerpos calcinados, las fuerzas leales se baten a duelo con los rebeldes.
Camiones con militantes peronistas armados con palos, piedras y armas de fuego de bajo calibre llegan de todos los confines de la ciudad para defender al gobierno.
Durante el resto de la tarde, los aviones de la Marina, desde los cielos, siguen sembrando el pánico y la muerte.
Con las últimas luces del día, los aviones rebeldes cesan el bombardeo y emprenden la retirada hacia las costas uruguayas. El plan de matar a Perón, o como mínimo forzar su renuncia, por el momento ha fracasado.
Al final de la jornada, las bombas arrojadas sobre Plaza de Mayo dejan un saldo de más de 300 muertos y el doble de heridos.
Los días posteriores al bombardeo, la tensión entre peronistas y antiperonistas se intensifica. Perón, ante una crisis política irreversible, intenta una tregua.
Una vez controlada la situación militar, el gobierno cambia de táctica y decide aumentar la presión. En un acto público frente a Casa
Rosada, Perón deja muy clara su posición ante los opositores: “Por cada uno de los nuestros cinco de ellos”.
El 16 de septiembre de 1955, un grupo de oficiales opositores a Perón toma las principales guarniciones militares de Córdoba, Mendoza y Bahía Blanca. Los militares sublevados avanzan sobre los más importantes centros urbanos, poniendo en jaque al gobierno.
Una semana más tarde, el comandante militar de dicho levantamiento, teniente general Eduardo Lonardi, asume la presidencia de la Nación.
En su discurso de asunción, Lonardi hace suya una frase del general Urquiza, pronunciada cien años atrás luego de su triunfo en la batalla de Caseros: “Ni vencedores ni vencidos”.
Mientras un nuevo gobierno militar asume el poder en la República Argentina, Perón, que ha logrado escapar de la furia de sus opositores, solicita asilo político en la Embajada de Paraguay.
De esta manera, Juan Domingo Perón inicia un largo exilio que lo aleja del país por muchos años. Aunque en ningún momento su figura deja de ser uno de los ejes centrales de la política nacional.
En septiembre de 1955 se inicia en el país una dictadura militar que se da a conocer como “Revolución Libertadora”.
Entre los sectores de las Fuerzas Armadas que integran el nuevo gobierno se distinguen dos líneas políticas muy claras: por un lado está el grupo liderado por el presidente Lonardi, conformado por militares provenientes del nacionalismo católico, que buscan la conciliación con algunos sectores políticos y sindicales del peronismo,
siempre y cuando estos acepten distanciarse de la figura de Perón. Por otro lado, la línea “dura” de las fuerzas armadas, representada por el vicepresidente, el almirante Isaac Rojas, propone una visión mucho más negativa del peronismo: afirma que este desvió al país de su tradicional línea histórica liberal y democrática, e instaló en su lugar una tiranía de tipo fascista, sostenida mediante la manipulación y el engaño del movimiento obrero.
Los cuadros militares que integran la Revolución Libertadora cuentan con el apoyo de varias fuerzas políticas. Radicales unionistas, intransigentes y los principales dirigentes del socialismo vienen dando su apoyo explícito al golpe, desde mucho antes de que este se concretara.
A pocos días de asumir el poder, el sector más antiperonista de la Revolución Libertadora llama a estos partidos para que formen parte de las Juntas Consultivas. La “Junta Consultiva Nacional” es una iniciativa del vicepresidente Rojas, destinada a buscar apoyo y legitimidad política para la dictadura, y de paso, limitar el accionar del sector nacionalista del gobierno, liderado por el presidente Lonardi.
Si bien varios dirigentes radicales y socialistas participan en un principio de las Juntas Consultivas, pronto, líderes políticos como Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo deciden separar su imagen de la del gobierno militar, asumiendo una distancia crítica.
Durante los meses de septiembre y octubre de 1955, el ala nacionalista de la Revolución Libertadora, encarnada por el presidente Lonardi, dirige las políticas de gobierno.
A fin de generar canales de diálogo con los sectores sindicales, el gobierno militar decide no intervenir la CGT, a la vez que designa en el Ministerio de Trabajo al abogado laboralista Luis Cerruti Costa, asesor legal de varios sindicatos peronistas.
Mientras que el ala “blanda” del gobierno intenta negociar con los líderes de la CGT, comandos civiles armados, integrados por jóvenes radicales y socialistas, atacan los locales del peronismo.
Pronto, los intereses contradictorios de los sectores del gobierno aumentan la tensión política y animan a la militancia peronista a pensar en un posible contraataque.
Llegado el mes de noviembre de 1955, el sector más liberal y antiperonista del ejército desplaza a Eduardo Lonardi de la presidencia, y designa en su lugar al general Pedro Eugenio Aramburu.
Inmediatamente, el nuevo gobierno inicia una política de persecución y proscripción del partido peronista que da a conocer como “Proceso de desperonización de la sociedad”, en obvia alusión al proceso de “desnazificación” llevado a cabo por los países aliados en Alemania, tras la caída de Adolfo Hitler.
Esta política de “desperonización” incluye:
-La disolución del Partido Peronista.
-La inhibición de todos sus miembros para ocupar cargos en la administración pública.
-Y la prohibición de exhibir sus símbolos partidarios y de mencionar públicamente los nombres de Perón y Evita.
Por efecto de estas medidas, luego de diez años de saturación de imágenes y discursos peronistas, en las calles argentinas está prohibido nombrar a Perón, y en los principales medios de comunicación se hace referencia a su figura como “el tirano depuesto”.
No contento con prohibir la mención del nombre de Perón y disolver su partido, el gobierno de Aramburu decide embestir contra el último bastión de poder peronista: a pocos días de su asunción, el nuevo gobierno interviene la CGT y proscribe a todos los dirigentes sindicales que hubieran ocupado cargos a partir de 1952.
Al mismo tiempo, modifica el régimen de elecciones internas de los principales gremios, favoreciendo el control de los sindicatos por la dirigencia no peronista.
Con los principales sindicatos descabezados y sus más importantes líderes presos, o en el exilio, los sectores patronales acrecientan su poder dentro de las fábricas. Muchos empresarios aprovechan esta situación para no cumplir con los convenios colectivos de trabajo y aplican severos recortes a las conquistas laborales conseguidas
durante el peronismo. Mientras tanto, en muchas fábricas se confeccionan “listas negras” que dejan a cientos de trabajadores en la calle.
Corren malos tiempos para los obreros peronistas, el líder político al que ven como su gran benefactor está desterrado a miles de kilómetros y su regreso al país es, por el momento, imposible.
Muchas conquistas sociales, conseguidas con años de lucha y perseverancia, empiezan a diluirse ante la mirada de un gobierno que, con su indiferencia, parece consentir los abusos patronales.
Rápidamente, esta suma de injusticias enciende la mecha del conflicto obrero. Al calor de la represión y el deterioro de las condiciones de trabajo, en el interior de las fábricas comienza a gestarse un movimiento obrero clandestino, que por el momento no tiene nombre, aunque sí tiene un fin muy concreto.

La resistencia peronista
La “resistencia peronista” comienza como un movimiento inorgánico, que lleva a cabo sus acciones en los mismos lugares de trabajo. Estas acciones consisten en pequeñas maniobras individuales de sabotaje, como averiar una máquina, o formas de protesta colectiva, como detener el trabajo por un par de minutos y ponerse a silbar la marcha peronista.
Muchos de los integrantes de los grupos de resistencia comienzan a formar comisiones internas dentro de las fábricas y a tejer alianzas con otros sectores del movimiento obrero, también proscriptos por el gobierno militar.
A finales de 1956, varios miembros del Partido Comunista se suman a las iniciativas de la resistencia, y forman la Comisión Intersindical.
Con esta comisión, peronistas y comunistas intentan presionar al gobierno para que les permita participar en el Congreso Normalizador de la CGT, a llevarse a cabo en 1957.
De forma paralela a la reorganización del movimiento obrero peronista, varios militantes y ex líderes sindicales forman grupos de choque, muchas veces armados, que se dan a conocer como “comandos” de la resistencia.
Estos “comandos” llevan a cabo acciones de protesta y reivindicación del partido peronista, como volanteadas clandestinas o la detonación de artefactos explosivos de fabricación casera, bautizados popularmente como “caños” peronistas.
Uno de los principales impulsores de los “comandos” de la resistencia, es el abogado y ex diputado John William Cooke. Figura rebelde y sumamente combativa, Cooke representa la opción más revolucionaria del peronismo. Por su carácter aguerrido e intransigente, y su aguda percepción política, Perón, desde su exilio en Venezuela, lo elige como su delegado personal, y lo distingue con el cargo de “jefe de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero”.
Para la misma época en que la resistencia realiza sus primeras acciones de protesta, un grupo de militares leales a Perón planea un levantamiento armado contra el gobierno. La noche del 9 de junio de 1956, una sublevación militar, encabezada por el general de división Juan José Valle, intenta tomar la Escuela de Suboficiales de Campo de Mayo, la Escuela de Mecánica del Ejército de Buenos Aires, y el Regimiento número 7 de infantería de la ciudad de La Plata.
Al mismo tiempo, varios comandos civiles de la resistencia peronista inician acciones de apoyo en las ciudades de Avellaneda y Rosario, y en la provincia de La Pampa.
Este alzamiento plantea tres claras exigencias al gobierno de la Revolución Libertadora:
-el cese inmediato de la persecución al partido peronista;
-la restitución de la Constitución de 1949, anulada por el gobierno de la Revolución Libertadora, y
-la liberación de todos los presos políticos.
Dichas exigencias persiguen un único fin: crear las condiciones necesarias para el regreso de Perón a la Argentina.
Llegada la medianoche, casi todos los focos de la rebelión son reprimidos. Salvo en el caso de La Plata, donde las fuerzas rebeldes, al mando de una división entera de tanques de guerra, se traban en combate hasta altas horas de la madrugada.
El 10 de junio, el gobierno militar de la Revolución Libertadora establece la ley marcial. En las siguientes 48 horas, se llevan a cabo fusilamientos en Lanús, La Plata, José León Suárez, Campo de Mayo, la Escuela de Mecánica del Ejército y la Penitenciaría Nacional.
Para la medianoche del 11 de junio de 1956, la lista de ejecutados asciende a 16 militares y 13 civiles.
Con la intención de poner fin a las ejecuciones, la mañana del 12 de junio el general Juan José Valle se entrega a las autoridades militares.
Esa noche, en el patio de la Penitenciaría Nacional, Valle es fusilado.
Ante el fracaso de la sublevación militar, tanto Perón, que la había alentado desde el exilio, como los comandos de la resistencia que actuaron en su apoyo, abandonan la idea de la lucha armada, para volcar sus esfuerzos a la reorganización de los sindicatos.
Sólo algunos comandos aislados de origen no sindical y que responden a John William Cooke insisten en la vía del combate directo.
A partir de 1957, el gobierno de la Revolución Libertadora intenta crear las condiciones para una posible apertura política. Esa apertura implica una reforma constitucional, que anule la Constitución peronista de 1949; la normalización de la CGT y un llamado a elecciones nacionales, que permita la llegada al poder a los sectores civiles más cercanos al régimen militar.
El gobierno militar comienza a pactar con los partidos políticos no peronistas las condiciones para el traspaso del poder.
Para principios de 1957, una nueva camada de dirigentes surgidos de las segundas y terceras líneas del sindicalismo durante el último gobierno peronista, y de los cuerpos de delegados de la resistencia, comienza a recuperar lugares clave dentro de los principales gremios.
En agosto de 1957, durante el Congreso Normalizador de la CGT, se forman las “62 Organizaciones”, una red de sindicatos peronistas que reclama la dirección del movimiento obrero argentino.
Dentro de las 62 Organizaciones comienzan a perfilarse dos líneas políticas muy distintas. Por un lado, los sindicalistas “duros”, representados por dirigentes como Sebastián Borro y José Alonso,
que mantienen una fuerte actitud de intransigencia frente al gobierno y pretenden usar a las 62 Organizaciones como base de negociación para detener las políticas de persecución y proscripción peronista.
Por otro lado está la línea más conciliadora, cuyos dirigentes establecen contactos con sectores del gobierno militar, con el fin de fortalecer sus posiciones frente a una posible apertura política. Entre estos últimos sobresale la figura del líder metalúrgico de Avellaneda, Augusto Timoteo Vandor.
Con el fin de propiciar una salida democrática, el gobierno de Aramburu convoca a elecciones para una Convención Nacional Constituyente que enmiende la reforma constitucional llevada a cabo por el peronismo en 1949.
Estas elecciones actúan como una suerte de ensayo para los partidos políticos no peronistas, que rápidamente sacan a relucir sus tensiones internas. Uno de los más perjudicados es el radicalismo, que durante este período termina dividido en dos partidos: la Unión Cívica Radical Intransigente, liderada por Arturo Frondizi, más proclive a la negociación con el peronismo, y la Unión Cívica Radical del Pueblo, marcadamente antiperonista y más cercana a las posiciones del gobierno militar, que sostiene la candidatura a presidente del caudillo bonaerense Ricardo Balbín.
Finalmente la convención constituyente anula todas las modificaciones instaladas por el peronismo y restablece el texto de la Constitución anterior a 1949, añadiendo únicamente el artículo 14 bis, que incluye los derechos del trabajador.
Una vez derogada la Constitución peronista, el gobierno de la Revolución Libertadora hace un llamado a elecciones presidenciales, que se llevarían a cabo en febrero de 1958.
Con el peronismo proscripto e imposibilitado de presentar listas propias, muchos ven en Ricardo Balbín al gran ganador de la contienda. Ante este escenario, Arturo Frondizi, principal opositor de Balbín y candidato a presidente por los radicales intransigentes, teje una hábil estrategia electoral.
Un mes antes de las elecciones, Rogelio Frigerio, principal colaborador del Arturo Frondizi, viaja hasta Venezuela para reunirse con John William Cooke, delegado personal de Perón. El objetivo de la reunión es negociar un pacto electoral con Perón, que permita a Frondizi ganar las elecciones bajo la promesa de levantar la proscripción del peronismo.
Pocos días antes de las elecciones, Perón, desde su exilio en República Dominicana, aconseja a sus seguidores votar por la fórmula Frondizi-Gómez.
De esta manera Perón, que en un principio había apoyado la estrategia insurreccional de los comandos de la resistencia y las repetidas huelgas de los sindicatos duros, decide prestar sus votos a Frondizi, temiendo que su no participación en los comicios termine borrándolo del mapa político.
El 23 de febrero de 1958, con el apoyo de un sector importante del electorado peronista, triunfa la fórmula Arturo Frondizi–Alejandro Gómez, con el 45 por ciento de los votos, contra el 29 por ciento de la Unión Cívica Radical del Pueblo.
Al final del escrutinio, más de 800.000 votos en blanco evidencian la ausencia de una figura política muy difícil de reemplazar.

- Cierre -
A pesar de la proscripción del partido peronista, la persecución de sus líderes sindicales y la política de “desperonización” de la sociedad impulsada por el gobierno de la Revolución Libertadora, en 1958 la figura de Juan Domingo Perón tiene tanto peso político como en los años de su gobierno.
Si bien Perón se mantendrá en el exilio por muchos años más, su legado político se verá representado por los distintos sectores del sindicalismo, por sus “delegados personales”, y por los partidos neoperonistas, que empezarán a formarse en algunas provincias.
Pero sin duda, el mayor capital político de Perón está en sus numerosos seguidores, que durante los años más duros de proscripción mantienen viva la llama de su movimiento, y siguen viendo en su regreso la gran solución para los problemas argentinos.

Historia de un país. Argentina Siglo XX – Canal Encuentro
Guión: Ezequiel Cazzola – Asesoramiento histórico: “Eternautas” – Coordinador: Gabriel Di
Meglio / Gustavo Alvarez / Juan Pablo Fasano – Coordinadora general: Jésica Tritten –
Archivo histórico documental de Canal Encuentro: Claudia Perel / María Flores / Gachi Gonzalez/Verónica Kodalle

miércoles, 11 de noviembre de 2009

"Perón, regreso y final"



Ver video en el sitio del Canal encuentro: http://www.encuentro.gov.ar/content.aspx?id=1276

- Presentación -
Es la mañana del 25 de mayo de 1973, y para muchos argentinos el festejo patrio es doble: luego de 18 años de lucha y proscripción, jura
un gobierno peronista.
En el Congreso de la Nación, bajo la atenta mirada de los
mandatarios socialistas de Chile y de Cuba, Salvador Allende y Osvaldo Dorticós, el nuevo presidente, Héctor José Cámpora, afirma que “ha llegado la hora de Perón” y que “a partir de este momento, Argentina apoyará toda lucha antiimperialista”.
Acto seguido, el presidente Cámpora anuncia un proyecto de amnistía para todos los presos políticos encarcelados por la dictadura.
Esa misma tarde, en un clima de fiesta, gruesas columnas de militantes de la Juventud Peronista, Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo se dirigen hacia la cárcel de Devoto. En las últimas horas de la noche, y ante la amenaza de toma del penal, se libera a un importante número de presos políticos. Comienza así el gobierno de Héctor José Cámpora.

- Desarrollo -
En los primeros días de 1970, el clima político en la República Argentina es de agitación e incertidumbre. Las grandes movilizaciones populares, iniciadas un año antes con el Cordobazo, dejan a la dictadura del general Juan Carlos Onganía en una situación de extrema debilidad.
En el mes de mayo, un acontecimiento acelera el conflicto: un comando armado de la naciente organización Montoneros secuestra y posteriormente ejecuta al ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu. Días después, Onganía es destituido; en su lugar, las Fuerzas Armadas designan presidente a Roberto Marcelo Levingston, un militar casi desconocido, representante del sector nacionalista del ejército.
Detrás del nombramiento de Levingston está el general Alejandro Agustín Lanusse, verdadero hombre fuerte del gobierno militar. Con el fin de descomprimir la situación, Lanusse comienza a alentar La Hora del Pueblo, un acuerdo político que pone fin a casi quince años de proscripción del peronismo, y compromete a los partidos mayoritarios a respetarse mutuamente, en vistas a una próxima apertura democrática.
Por primera vez en la historia, peronistas y radicales dejan de tratarse como enemigos para empezar a verse simplemente como adversarios.
Gran Acuerdo Nacional
Llegado 1971 la situación del gobierno militar empeora. El creciente accionar de la guerrilla y un nuevo alzamiento popular en la provincia de Córdoba –conocido como el Viborazo– obligan al general Lanusse a tomar las riendas del poder. Tras su asunción, Lanusse redobla la apuesta de La Hora del Pueblo y propone el GAN (Gran Acuerdo Nacional), un pacto político entre los partidos que incluye un llamado a elecciones para 1973.
Con el GAN, la pulseada entre Perón y Lanusse aumenta. Lanusse, que quiere evitar a toda costa el regreso de Perón al poder, busca instalarse a sí mismo como el gran candidato “no peronista” a la presidencia. Perón, desde su exilio en Madrid, sigue alentando las acciones de organizaciones armadas como las FAP y Montoneros, con el fin de desgastar aún más a Lanusse.
A fines de 1971, Perón nombra como delegado personal a Héctor Cámpora, un hombre conocido por su absoluta lealtad al ex mandatario. También crea el Frente Cívico de Liberación Nacional (FRECILINA), denominación con la que el peronismo, en alianza con otros partidos, planea presentarse a elecciones.
“Cámpora al gobierno, Perón al poder”
Para los primeros meses de 1972, la estrategia del GAN no prospera. Lanusse, convencido de que no logrará nada de Perón, crea una cláusula que impide a Perón presentarse como candidato a la presidencia. A pesar de esta maniobra, el 17 de noviembre de 1972, tras 17 años de ausencia, Perón regresa transitoriamente desde España y vuelve a pisar suelo argentino.
Durante el breve lapso de tiempo en que permanece en el país, Perón no se encuentra con Lanusse. En cambio, sella un acuerdo de convivencia con su histórico adversario, el líder radical Ricardo Balbín.
Además, designa a Héctor Cámpora como candidato a presidente por el Frente Justicialista De Liberación (FREJULI), coalición electoral que remplaza al FRECILINA.
Bajo la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder” la Juventud Peronista y Montoneros se lanzan a una febril campaña, que incluye actos públicos y grandes movilizaciones.
El “león herbívoro”
El regreso de Perón genera un cúmulo de emociones y expectativas distintas entre sus seguidores:
• para los “históricos”, como los sindicalistas y dirigentes de la primera hora, su retorno significa una vuelta al pasado glorioso, a las políticas redistributivas y al Estado de bienestar;
• para los más jóvenes, como la Juventud Peronista y Montoneros, es la llegada al poder de un líder revolucionario, que conducirá al país a la liberación nacional;
• mientras que para la derecha del partido, Perón es el único con la autoridad suficiente como para acabar con lo que ellos llaman la “infiltración marxista”, en referencia a la tendencia dominante en la Juventud Peronista y en Montoneros, organizaciones que han crecido mucho dentro del movimiento.
Entretanto, para la mayoría de los votantes no peronistas del FREJULI, Perón se ha convertido en un “león herbívoro”, que tiende la mano a los radicales y busca la unidad nacional.
El 11 de marzo de 1973, el país concurre masivamente a las urnas. Al finalizar el escrutinio, la fórmula Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima se impone con más del 49% de los votos. Ante la contundencia de la victoria y pese a que no se llegó al 50% que marca la ley, los militares aceptan el triunfo del peronismo. En consecuencia, el 25 de mayo de 1973 Héctor Cámpora, el “Tío” como lo llaman sus seguidores, asume como presidente.
En las calles, miles de jóvenes festejan la llegada al gobierno de un proyecto nacional y popular, que dice oponerse de manera tajante al imperialismo.
La “Primavera” camporista
Durante la presidencia de Cámpora, la izquierda del peronismo ocupa puestos importantes en el gobierno. Sus candidatos ganan las gobernaciones de provincias consideradas clave, como Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, así como varias bancas en la Cámara de diputados.
La Juventud Peronista obtiene el control de todas las universidades nacionales, y logra ubicar a dos de los suyos en el gabinete: Esteban Righi, como ministro del Interior, y Juan Puig en las relaciones exteriores.
Por expreso pedido de Perón, la cartera económica queda a cargo de José Ber Gelbard, un empresario de ideas nacionalistas, que busca dinamizar la economía argentina mediante el impulso a la exportación de bienes industriales, pero sin descuidar las exportaciones agrícolas.
Siguiendo directivas de Perón, la CGT y los sectores empresarios nacionales firman el Pacto Social, un acuerdo para mantener el crecimiento económico sin caer en la inflación.
En poco tiempo, el plan económico de Gelbard comienza a generar resquemores entre muchos terratenientes, que ven al gobierno de Cámpora como un rotundo giro a la izquierda. Esta visión es compartida por la derecha del peronismo. Por el contrario, los sectores más combativos, que pensaban que con Perón se iniciaba la “patria socialista”, encuentran al nuevo gobierno demasiado moderado.
El conflicto dentro del peronismo no tardará en explotar.
Ezeiza
El 20 de junio de 1973 es el día elegido para el regreso definitivo de Perón a la Argentina. La organización de la bienvenida queda a cargo de los sectores de la derecha peronista y el sindicalismo ortodoxo, quienes aprovechan la oportunidad para marcar territorio frente a sus enemigos de la Tendencia Revolucionaria, como se autodenominaba el ala izquierda del peronismo.
El día fijado, mientras Perón sobrevuela el Atlántico, en el aeropuerto de Ezeiza más de mil custodios, provenientes de los servicios de inteligencia, las distintas agrupaciones gremiales y la juventud sindical, toman posiciones en el palco de honor.
Por la autopista Ricchieri, un río humano avanza a paso sostenido. Son más de dos millones de peronistas que marchan a reencontrarse con su líder.
Pasado el mediodía, sectores de la Juventud Peronista y Montoneros comienzan a presionar para ganar el palco. La respuesta de los ortodoxos no se hace esperar. En cuestión de minutos, todas las tensiones y resentimientos acumulados por ambos bandos estallan. La “patria peronista” triunfa, a sangre y fuego, sobre la “patria socialista”.
Horas más tarde, sin poder reencontrarse con sus seguidores, Perón aterriza en la Base Aérea de Morón. Detrás de él bajan del avión el presidente Cámpora y el ministro de Bienestar Social, José López Rega. Uno de los dos es el gran perdedor de la jornada.
“Hacer tronar el escarmiento”
A 24 horas de la “masacre de Ezeiza”, el enfrentamiento entre el peronismo revolucionario y el sector ortodoxo ya no tiene vuelta atrás.
Tres semanas más tarde, tras 49 días en el ejercicio de la presidencia, Héctor Cámpora renuncia. El Poder Ejecutivo queda en manos de Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de diputados y yerno del ministro López Rega.
Lastiri llama a elecciones nacionales. A esa altura nadie duda de que el próximo presidente será Juan Domingo Perón.
El viejo líder, tratando de aplacar las disputas dentro del movimiento, nombra como compañera de fórmula a su esposa, María Estela Martínez Cartas, más conocida como Isabelita.
Finalmente, el 23 de septiembre de 1973, la fórmula Perón-Perón triunfa en las elecciones con el 62% de los votos. Dos días más tarde, la organización Montoneros se cobra su desplazamiento del poder y los sucesos de Ezeiza asesinando a José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT y mano derecha de Perón.
La tercera presidencia
El 12 de octubre de 1973, Juan Domingo Perón se coloca por tercera vez la banda presidencial.
Los sectores ortodoxos del movimiento aprovechan la victoria para encaramarse aún más en el poder, y desplazar definitivamente a la izquierda.
López Rega acapara el gabinete de ministros, designando en puestos importantes a varios de sus colaboradores. Desde el Congreso, los legisladores ortodoxos impulsan una nueva ley sindical que deja fuera
del juego a los gremios “clasistas”; al mismo tiempo, se modifica el Código Penal, y se autoriza a reprimir las huelgas de los sindicatos opositores y las actividades de los grupos considerados subversivos.
Como efecto de estas reformas, gobernadores, intendentes y legisladores cercanos a la Juventud Peronista y Montoneros renuncian masivamente, y muchos otros son obligados a hacerlo. Sus puestos son ocupados por dirigentes afines a los grupos sindicales y a López Rega.
La teoría del “cerco”
Al comenzar 1974, el diálogo de Perón con la Juventud es inexistente. La Juventud Peronista y Montoneros atribuyen el silencio del viejo líder a un “cerco” tendido por Isabel y López Rega, que impediría al presidente ver la realidad.
Para esta época, el ministro López Rega crea la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como la Triple A, órgano de represión ilegal dedicado a la persecución, el secuestro y la eliminación de la militancia de izquierda, tanto la peronista como la que no lo es.
Su principal base de operaciones funciona en el mismo edificio del Ministerio de Bienestar Social, cuyos sótanos son acondicionados como arsenal de armas y sala de torturas.
En su raid represivo, las bandas armadas de la Triple A se cobran más de 400 vidas, entre las que se encuentran las del padre Carlos Mujica, popular sacerdote tercermundista vinculado a la Juventud Peronista; Rodolfo Ortega Peña, abogado y diputado por la izquierda peronista, y Silvio Frondizi, intelectual marxista y hermano del ex presidente argentino Arturo Frondizi.
“Imberbes”
El 1 de mayo de 1974, la Juventud Peronista y Montoneros deciden romper el cerco que los aleja del presidente, e ir a enfrentarlo cara a cara en el lugar fundacional del peronismo: el balcón de la Casa Rosada.
Dijo Perón ese día en su discurso desde el balcón: “Hoy hace 20 años que en este mismo balcón y con un día luminoso como este, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustaran sus organizaciones, porque venían tiempos difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan.”
El insulto de Perón tiene un efecto sorpresivo sobre sus destinatarios, quienes no paran de entonar provocativas estrofas en contra de sus adversarios.
Lentamente, el clima de la plaza se va caldeando.
Siguió el discurso de Perón: “Decía que a través de estos veinte años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante 20 años.”
Inmensas columnas de la Juventud Peronista y Montoneros comienzan a abandonar el acto.
En pocos minutos la plaza queda semivacía. La relación entre Perón y los sectores revolucionarios se acaba de quebrar para siempre.
La ruptura de Perón con la juventud se da en un contexto de crisis económica. Si bien el Pacto Social había conseguido frenar la inflación, una nueva crisis mundial pone a la economía argentina al borde del abismo.
Pero la crisis económica no es la peor noticia de 1974: el 1º de julio, a los 78 años de edad, Perón muere.
Ante la desaparición del viejo líder, el peronismo, y el país, olvidan por unos pocos días sus diferencias. Militantes revolucionarios y dirigentes ortodoxos hacen fila frente al Congreso para verlo por última vez.
La herencia
Con la muerte de Perón, el gobierno queda en manos de su esposa, y el poder en las de López Rega. En este contexto, la organización Montoneros, principal blanco de la persecución de la Triple A, decide pasar a la clandestinidad.
El pase a la clandestinidad coincide con el inicio de una febril ofensiva armada. En pocos meses la organización asesina al ex ministro del Interior de Lanusse, Arturo Mor Roig, secuestra a los empresarios Juan y Jorge Born, y atenta contra la vida uno de los máximos jefes de la Triple A, el comisario Alberto Villar.
La respuesta de la Triple A no se hace esperar. A las habituales cacerías de militantes de izquierda se suma una dura ofensiva contra las agrupaciones de base que simpatizan con Montoneros.
El “brujo”
Para el comienzo de 1975 la ambición de poder de José López Rega no conoce ningún límite, y su influencia sobre Isabel Perón es absoluta.
El “Brujo”, como lo llaman sus detractores y también sus seguidores por sus permanentes referencias a las ciencias ocultas, comienza a usar el aparato represivo de la Triple A para intimidar a algunos dirigentes de la CGT, con el fin de adueñarse de los cuantiosos fondos de sus obras sociales.
Los turbios intereses del ministro pronto deterioran la relación entre el gobierno y la CGT. La relación termina por romperse cuando los líderes de la central obrera no son invitados al acto de repatriación de los restos de Eva Perón.
Operativo Independencia
Sin el apoyo de la CGT, el gobierno de Isabel Perón tiene muy pocas chances de sobrevivir. Como maniobra de salvataje, la presidenta busca el auxilio de las Fuerzas Armadas y del sector empresario.
Como consecuencia de esta alianza, en febrero de 1975, de manera secreta, el Poder Ejecutivo firma un decreto en el que autoriza al ejército a “aniquilar el accionar de la subversión”. Acto seguido, en la provincia de Tucumán, se monta el Operativo Independencia, cuyo objetivo era acabar con los campamentos guerrilleros que el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había instalado en las zonas rurales de la provincia.
Durante este operativo, los militares argentinos ensayan por primera vez el sistema de centros clandestinos de detención; usan la tortura sobre los detenidos para obtener información, una modalidad que tendrá su apogeo en los años posteriores.
El “rodrigazo”
Para mediados de 1975, al sombrío panorama político se suma la debacle económica. En los primeros días de junio asume la cartera de Economía Celestino Rodrigo, un ingeniero industrial de fuertes vínculos con López Rega.
A 48 horas de su asunción, el nuevo ministro lanza un feroz plan de ajuste que incluye una fuerte devaluación de la moneda, y un brutal aumento en el precio de los combustibles y las tarifas. Este plan, bautizado popularmente como el “rodrigazo” provoca un cataclismo económico que empuja al gobierno de Isabel Perón a un callejón sin salida. En medio del caos que producen las huelgas y manifestaciones en contra del plan económico, López Rega huye del país.
Con la inflación desbocada, y la violencia de las organizaciones armadas revolucionarias sumida en una espiral creciente, Isabel Perón, alegando problemas de salud, decide tomarse unos días de licencia, y deja el Poder Ejecutivo en manos del presidente del Senado, el Dr. Ítalo Luder.
Durante su breve mandato, la modalidad represiva del Operativo Independencia se amplía a todo el país, y se busca un consenso entre peronistas y radicales para desplazar del poder a la presidenta; pero no logran ponerse de acuerdo en la forma de hacerlo. La popularidad del gobierno se va desmoronando.
En octubre de 1975, Isabel Perón retoma sus funciones. Ante las continuas amenazas de golpe, anuncia elecciones para 1977.

- Cierre -
Las vísperas de 1976 presagian un año oscuro. En los últimos días de 1975 la Fuerza Aérea intenta un golpe de Estado, que al no contar con el apoyo del Ejército y la Marina es rápidamente sofocado.
Pocos días después, en la localidad de Monte Chingolo, un escuadrón del ERP intenta copar el batallón del Ejército Domingo Viejobueno.
Esta operación, sin duda el golpe más ambicioso de la guerrilla argentina, culmina en una brutal matanza, que diezma las filas de la organización guerrillera.
Llegado enero de 1976, la suerte de Isabel Perón está echada. Muchos sindicalistas, políticos y líderes guerrilleros, por distintas razones, apuestan al golpe.
El 24 de marzo de 1976, Isabel Perón es detenida y puesta a disposición del Poder Ejecutivo de la nación, que queda a cargo de una junta militar. Una nueva dictadura militar ha comenzado.
“Se comunica a la población, que a partir de la fecha el país se encuentra bajo el control operacional de la junta militar” (del Comunicado Nº 1 de la Junta militar).

Historia de un país. Argentina Siglo XX – Canal Encuentro
Guión: Ezequiel Cazzola – Asesoramiento Histórico: “Eternautas” – Coordinador: Gabriel Di
Meglio / Gustavo Álvarez / Juan Pablo Fasano – Coordinadora general: Jésica Tritten –
Archivo histórico documental de Canal Encuentro: Claudia Perel / María Flores/ Gachi González

"Sociedad y cultura en los 60 y 70"



Ver video en el sitio del Canal Encuentro: http://www.encuentro.gov.ar/content.aspx?id=1256

(Dibujo en tinta sobre el Instituto Di Tella realizado por David Pugliese)

- Presentación -
En el mes de noviembre de 1968, el local de la CGT de los Argentinos
de la ciudad de Rosario se convierte en foco de una innovadora experiencia artística. Por el lapso de dos semanas, los pasillos y salones de la central sindical se ven invadidos por paneles fotográficos, láminas y proyectores de cine y diapositivas.
Esta muestra, bautizada Tucumán Arde, es una iniciativa de varios artistas e intelectuales de Rosario y Buenos Aires, que buscan denunciar las políticas económicas de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía.
Estas políticas provocan el cierre de varios ingenios azucareros de la provincia de Tucumán, arrastrando a sus trabajadores a la desocupación y la miseria.
La elección de un local sindical simboliza la unión, cada vez más sólida, entre los artistas de vanguardia y el movimiento obrero.
Para potenciar el efecto de la muestra, los organizadores reparten café sin azúcar entre los asistentes, y cada breves y regulares lapsos de tiempo cortan las luces de la sala, como forma de simbolizar que un niño tucumano acaba de morir de hambre.

- Desarrollo -
En los últimos años de la década de 1950, la Argentina atraviesa un acelerado proceso de expansión industrial. Las políticas desarrollistas impulsadas desde el gobierno generan un clima propicio para las inversiones extranjeras, razón por la que muchas empresas europeas y norteamericanas deciden instalar sus fábricas en el país.
Esta afluencia de capitales estimula el desarrollo de varias ramas de la industria, a la vez que multiplica la producción de bienes de consumo durables como heladeras, televisores, lavarropas y automóviles.
A este crecimiento de la actividad industrial se suma un cambio en las políticas del Estado argentino relacionadas con la investigación científica y la producción intelectual.
En las universidades, los programas de estudios se actualizan, y se añaden nuevas disciplinas del conocimiento: como la Sociología, la Economía y las Ciencias de la Educación, y en 1958 se crea el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas –Conicet–, bajo la dirección inicial del premio Nobel de Medicina Bernardo Houssay.
Algunas empresas privadas también impulsan sus propias iniciativas científicas: como los centros de Investigaciones Económicas y Sociales del Instituto Torcuato Di Tella, y la Fundación Bariloche.
Pero la estrategia desarrollista no es exclusiva del gobierno argentino.
Con la llegada de la revolución cubana, y la irrupción de la guerra fría en el continente, el gobierno norteamericano y organismos como las Naciones Unidas, el Banco Mundial y las fundaciones Ford y Rockefeller comienzan a financiar estrategias de desarrollo en los países de América Latina, como forma de frenar el avance del comunismo.
Para principios de la década del 60, el clima de prosperidad y crecimiento económico se refleja de manera evidente en la vida cultural.
En esta época se renuevan instituciones tradicionales como el Museo Nacional de Bellas Artes, y se crean otras nuevas, como el Museo de Arte Moderno. Más allá del circuito oficial se abren distintos espacios de experimentación; uno de ellos pronto adquiere una gran relevancia.
Financiado por una reconocida marca nacional de automóviles y electrodomésticos, el Instituto Di Tella pronto se convierte en un polo de atracción para muchos artistas de vanguardia. En su edificio de la calle Florida se dan cita algunos de los nombres más destacados de la cultura de estos años: como el músico y compositor argentino Alberto Ginastera, que dirige el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, el crítico y docente Jorge Romero Brest, a cargo del Centro de Artes Visuales, y el director teatral Roberto Villanueva, responsable del Centro de Experimentación Audiovisual.
Desde sus inicios, el Instituto Di Tella sirve para dar impulso a las carreras de artistas nacionales como Rómulo Maccio, León Ferrari y el grupo Les Luthiers; a la vez que propicia la llegada al país de figuras de prestigio mundial, como el escritor Umberto Eco, el compositor Aaron Copland y el arquitecto y músico Iannis Xenakis, pionero en el uso de computadoras para la composición musical.
Pero las novedades culturales no se agotan en las universidades y los circuitos de arte de vanguardia. A principios de la década del 60, un nuevo medio de comunicación irrumpe con cada vez más fuerza en
los hogares argentinos.
Para esta época, existen en el país casi un millón de aparatos de televisión.
Esta novedad tecnológica va desplazando a la radio de su lugar central, para instalarse como el nuevo punto de interés de la vida familiar.
Por otro lado, gracias a la nueva tecnología de transistores, la radio y los equipos de música dejan de ser muebles de grandes dimensiones para convertirse en artefactos más pequeños y portátiles, que permiten trasladar el entretenimiento a otros sectores, tanto dentro como fuera del hogar.
Ya sea la radio Spika, para escuchar el partido, o el Winco para animar un picnic, durante la década del 60 la industria del entretenimiento alcanza casi todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Hasta el año 1960 la pantalla de televisión es monopolizada por la señal de canal 7, el canal estatal. Este mismo año, un decreto del gobierno otorga la licencia a tres nuevas señales privadas.
El surgimiento de la televisión privada inyecta nuevos recursos a la producción local, y promueve la creación de nuevos formatos. A las tradicionales revistas musicales y espectáculos en vivo se suman las series enlatadas, generalmente provenientes de los Estados Unidos.
Estas producciones captan rápidamente la atención del público y estimulan la realización de ficciones argentinas, como las telenovelas y comedias familiares.
Muchas de estas producciones intentan reflejar el estilo de vida del público televidente. En 1962 canal 13, lanza La Familia Falcón, una telecomedia auspiciada por una conocida empresa automotriz, como forma de promocionar su modelo Falcon.
La Familia Falcón cuenta las vivencias cotidianas de una familia de clase media urbana, uno de los sectores más favorecidos por las políticas económicas desarrollistas. Un tipo de familia que puede acceder a las comodidades de la vida moderna como el automóvil y el televisor.
Con el pasar de los años, y la llegada de la televisión a los hogares de menores recursos, el paradigma de familia televisiva cambia, dando paso a Los Campanelli, un modelo de familia de ficción más identificado con los sectores populares y de clase trabajadora.
El surgimiento de la televisión y las distintas innovaciones electrónicas amplían el universo de imágenes y sonidos, y expanden los horizontes del lenguaje artístico.
Atendiendo a estas novedades, muchos escultores, fotógrafos y pintores se convierten en “artistas visuales”, que no dudan en incorporar las nuevas técnicas y materiales a su trabajo habitual.
En poco tiempo, términos como “pop art”, “happening” o “performance” se hacen cada vez más habituales entre los artistas de vanguardia. La combinación de la plástica tradicional con los lenguajes modernos de la televisión, la prensa gráfica y la publicidad, pronto atrae el interés de los medios de la época y de la crítica internacional.
En los pasillos y salones del Di Tella pueden convivir los estruendosos happenings de Marta Minujín, con obras de un contenido político más explícito, como el “Arte Vivo” de Alberto Grecco, o la “Nueva Figuración” de Rómulo Macció y Jorge de la Vega.
Todos, de una u otra manera, intentan reflejar el espíritu de una época, donde el progreso económico y la renovación cultural parecen ser inagotables.
Durante la década del 60, un sector de la sociedad comienza a ganar mayor protagonismo.
Los jóvenes de esta época viven una realidad muy distinta de la de la juventud de décadas anteriores. El afianzamiento de los sectores asalariados y las políticas de bienestar social impulsadas en la época del peronismo abren un nuevo panorama para todos aquellos nacidos después de los años 40.
A diferencia de sus padres, muchos jóvenes de los años 60 pueden estudiar sin necesidad de trabajar y cuentan con dinero suficiente para gastar en bienes de consumo, como radios, tocadiscos, ropa, y música envasada.
Esta nueva franja de consumidores poco a poco va forjando una cultura propia, que busca diferenciarse del mundo de los adultos, ya sea en su forma de vestir, peinarse, hablar, o pensar.
Esta cultura juvenil constituye un fenómeno a nivel mundial, que se esparce a la velocidad que imponen los nuevos medios de comunicación y produce grandes cambios en la forma en que los jóvenes se relacionan con la sociedad. Estas modificaciones generalmente vienen cargadas de fuertes cuestionamientos a la autoridad y los valores establecidos.
También en los 60, la mujer atraviesa por una serie de cambios decisivos en su rol social. La mayor presencia femenina en el mercado laboral, así como el aumento en el número de profesionales universitarias, les permite a muchas mujeres gozar de una mayor independencia económica.
Por otro lado, la aparición de nuevos métodos anticonceptivos les otorga un control más efectivo sobre la maternidad, permitiéndoles vivir de una manera más libre su sexualidad.
Estos cambios sociales y culturales alejan a muchas jóvenes de los años 60 del modelo femenino trazado por sus madres y abuelas. Esta nueva mujer trabajadora e independiente no tarda en ser reflejada
por medios de comunicación, en especial por el género de la telenovela, que pasa del habitual drama sentimental “hombre ricomujer pobre” a argumentos más modernos, con personajes femeninos que trabajan y no necesitan de la ayuda masculina para mantenerse.
El caso más representativo es la telenovela El amor tiene cara de mujer, que narra las vivencias de cuatro mujeres de distintas edades y clases sociales, que comparten el mismo lugar de trabajo.
Pasada la primera mitad de la década del 60, tanto el arte experimental como la industria del entretenimiento continúan en franco ascenso.
En este contexto comienzan a surgir debates sobre la existencia de un arte popular o de masas, en contraposición a una cultura elitista o de vanguardia. Mientras este debate ocupa a algunos sectores importantes de la opinión pública, la situación política del país cambia, y muchas de las innovaciones que hicieron famosa a la década del 60 comienzan a peligrar.
Llegado el año 1966, la Argentina vive un clima de efervescencia y renovación cultural sin precedentes. El cine, la literatura y las artes plásticas reciben la consagración del público y la crítica, tanto en el país como en el extranjero. Al mismo tiempo, los medios de comunicación masivos siguen llevando las más variadas formas de entretenimiento al interior de los hogares, mientras que la juventud, la gran protagonista de la hora, pone a prueba todos los modelos y valores establecidos, llenando de color y desenfado la vida cotidiana. Cuando todo indica que el cambio cultural llegó para quedarse, un nuevo golpe militar cambia drásticamente el escenario.
El 28 de junio de 1966, el teniente general Juan Carlos Onganía derroca al presidente constitucional Arturo Humberto Illia. A horas de tomar el poder, el gobierno de Onganía recorta las libertades políticas, e impone una fuerte censura a las actividades artísticas e intelectuales.
La universidad pública y la investigación científica, dos baluartes de las políticas desarrollistas, comienzan a atravesar un oscuro período de control ideológico y persecución política.
En cuestión de meses, todas las audacias estéticas que caracterizaron los primeros años de la década del 60 comienzan a diluirse, y lo que antes del golpe era considerado como “novedoso” o “alternativo” cae invariablemente bajo el rótulo de “sospechoso” o “subversivo”.
Las marcas distintivas de la rebeldía juvenil, como el pelo largo, la ropa colorida, los pantalones anchos y las minifaldas, se convierten en un factor de persecución policial; y acciones simples como tocar la guitarra en la calle o besarse en el banco de una plaza constituyen faltas serias que son severamente castigadas.
Los artistas de vanguardia, que hasta hace poco constituían la gran novedad, caen también bajo las garras de la censura. Ante este nuevo escenario, muchos de ellos deciden radicalizar sus propuestas y abandonar transitoriamente los lenguajes abstractos y herméticos para intervenir de forma más concreta en la realidad.
En cuestión de meses, el clima de censura y recorte de las libertades públicas se traslada a la vida cotidiana y a las formas masivas de producción cultural. Muchas revistas de actualidad y publicaciones humorísticas emblemáticas de la época desaparecen de los kioscos.
Al mismo tiempo, muchos artistas populares, de reconocido compromiso político, comienzan a perder espacio en la radio y la televisión.
El folclore, una de las expresiones más difundidas de la cultura popular, es uno de los más afectados.
A fines de los 60 se hace más notoria la diferencia entre los cantores llamados “de protesta”, que denuncian en su obra las injusticias y desigualdades de la sociedad, y los artistas, que ajustándose a un repertorio tradicional sin mayores implicancias políticas, no generan inquietudes en el gobierno.
Por otro lado, el modelo de joven optimista y despreocupado que promueven los programas musicales de televisión se refuerza. Y la liberación sexual, que es fuertemente reprimida en las calles, sólo encuentra refugio en las pantallas de los cines.
En este período, pese a la censura vigente, proliferan las películas picarescas ambientadas en autocines y hoteles por hora. Y divas del cine erótico como Isabel Sarli y Libertad Leblanc atraviesan los años más productivos de sus carreras.
Llegado 1968, el control político y militar de la dictadura se extiende a todos los ámbitos de la sociedad. Las fuerzas policiales reprimen tanto a militantes de izquierda y sindicalistas combativos como a artistas de vanguardia y jóvenes que no encajan en el modelo pretendido por el sistema.
Al descontento político generado por la dictadura también se suma la impopularidad de sus medidas económicas, que tienden a privilegiar a los capitales más concentrados en detrimento de los sectores
asalariados y las pequeñas empresas.
Para esta época, las desigualdades sociales generadas por la economía capitalista se hacen más evidentes. Muchos trabajadores del interior, que llegan a las grandes ciudades atraídos por el auge industrial, no encuentran la forma de integrarse al ámbito urbano. La insuficiencia de las políticas de vivienda hace que muchos de ellos deban instalarse en asentamientos precarios o barrios de emergencia, ubicados en los alrededores de las principales áreas urbanas. Estos asentamientos, conocidos popularmente como “villas miseria”, evidencian que el desarrollo y la modernización no son iguales para todos.
En los últimos años de la década del 60, la persecución de la dictadura a militantes políticos, agrupaciones estudiantiles y representantes de la cultura adquiere formas cada vez más violentas.
Ante la gravedad de la situación, muchos artistas deciden radicalizar sus formas de expresión, y tomar una actitud de resistencia. Es así, que llegado el año 1968, los intereses de varios artistas de vanguardia confluyen con los del Movimiento Obrero.
A mediados de este año, en el Instituto Di Tella, durante la muestra anual Experiencias 68, el artista Oscar Bony contrata a una familia de clase trabajadora para exponerla ante el público como una obra de arte.
En la misma muestra, el escenógrafo Roberto Platé instala en el medio del salón la réplica de un baño público, e invita a los asistentes a escribir grafitis en sus paredes. En pocas horas, las paredes de la instalación El baño, se llenan de insultos contra el gobierno e inscripciones de alto contenido sexual. El 23 de mayo, el gobierno de Onganía ordena el retiro de esta obra. Como reacción a la medida, el resto de los expositores sacan sus trabajos a la calle y los destruyen a la vista del público.
Este acto marca el fin del romance entre muchos artistas de vanguardia y las instituciones culturales que los patrocinaban. A partir de este momento, para muchos artistas, la verdadera vanguardia consiste en enfrentar de manera concreta y directa a la dictadura.

- Cierre -
Llegado agosto de 1968, la alianza entre los artistas de vanguardia y el sindicalismo combativo avanza. Para esta fecha, un grupo de artistas plásticos, fotógrafos, cineastas e intelectuales de Rosario y Buenos Aires emprende una intervención artística sobre el Operativo Tucumán, un proyecto del gobierno para modernizar la industria azucarera tucumana, que lleva a la ruina a varios ingenios de la provincia, arrastrando a sus pobladores a la desocupación y la miseria.
Finalmente, en el mes de noviembre, en la sede rosarina de la CGT de los Argentinos, se presenta la muestra Tucumán Arde.
La elección de un local sindical y el alto contenido político de las obras reavivan los ánimos censores de la dictadura, que impide la presentación de la muestra en Córdoba y Buenos Aires.
En cuestión de meses, el afán de Onganía por despolitizar al país se vuelve en su contra. En mayo de 1969, en la ciudad de Córdoba, una huelga obrera acompañada por el sector estudiantil se convierte en una verdadera rebelión popular, que obliga al gobierno militar a replantear su estrategia.
Este levantamiento, bautizado popularmente como el Cordobaza, reúne a los trabajadores, artistas e intelectuales. Esta unión tendrá un protagonismo fundamental en la década siguiente y escribirá páginas de coraje, compromiso y resistencia.

Historia de un país. Argentina Siglo XX – Canal Encuentro
Guión: Ezequiel Cazzola – Asesoramiento Histórico: “Eternautas” – Coordinador: Gabriel Di
Meglio / Gustavo Álvarez / Juan Pablo Fasano – Coordinadora general: Jésica Tritten –
Archivo histórico documental de Canal Encuentro: Claudia Perel / María Flores/ Gachi González/Verónica Kodalle

"Eva Perón y la cultura peronista"



Ver video en el sitio del Canal Encuentro: http://www.encuentro.gov.ar/Content.aspx?Id=851

- Presentación -
El 22 de agosto de 1951, más de un millón de trabajadores se movilizan hasta la avenida Nueve de Julio, para formar parte de uno de los actos políticos más multitudinarios de la historia argentina.
En el escenario montado por la CGT frente al Ministerio de Obras Públicas, las personalidades más importantes del partido peronista esperan las palabras de una sola persona: María Eva Duarte de Perón, esposa del presidente Juan Domingo Perón y principal oradora de la jornada.
Ese día, Eva Perón debe contestar si acepta la candidatura a la vicepresidencia de la Nación para las elecciones de noviembre del mismo año.
En las últimas horas, rumores de un levantamiento militar hacen peligrar su candidatura y la multitud teme que la respuesta sea la menos esperada.
“Compañeros: ¿ustedes creen que, si el puesto de vicepresidenta fuera una carga y yo hubiera sido una solución, no hubiera ya contestado que sí? Es que estando al lado del general Perón en el gobierno, el puesto de vicepresidente no es más que un honor y yo aspiro nada más que al honor del cariño de los humildes de mi patria”, dijo Evita.
¡No, no! ¡Con Evita, con Evita!, fue la respuesta de la plaza.
Ante la negativa de sus seguidores, Eva Perón pide unas horas más para meditar la respuesta. Nueve días más tarde, renuncia a su candidatura por cadena nacional.
“No tengo en estos momentos más que una sola ambición: que de mí se diga, cuando se escriba el capítulo maravilloso que la historia seguramente dedicará a Perón, que hubo una mujer que se dedicó a llevarle al presidente las esperanzas del pueblo, y que a esa mujer el pueblo la llamaba cariñosamente Evita.”

--- Desarrollo ---
El 7 de mayo de 1919, en la localidad de Los Toldos, al norte de la provincia de Buenos Aires, nace María Eva, hija de Juana Ibarguren, costurera, y de Juan Duarte, hacendado y dirigente del Partido Conservador. En el año 1927, Juan Duarte muere en un accidente automovilístico. Juana Ibarguren, al no ser su esposa, no recibe
herencia alguna y queda sola a cargo de sus cinco hijos, quienes a partir de ese momento viven en medio de grandes privaciones económicas.
A la edad de quince años, siguiendo una incipiente vocación de actriz, Eva decide abandonar Los Toldos para irse a vivir a Buenos Aires.
Poco se sabe sobre los primeros años de María Eva Duarte en Buenos Aires. Pero para principios de la década de los cuarenta ya se perfila como una ascendente actriz de cine y radionovelas.
En 1944, un terremoto destruye la ciudad de San Juan: mata a siete mil personas y derriba el noventa por ciento de sus edificios. En Buenos Aires, Eva es convocada a participar de una campaña solidaria, impulsada desde el gobierno por el entonces secretario de Trabajo y Previsión Social, el coronel Juan Domingo Perón.
En la noche del 22 de enero de 1944, en el estadio Luna Park, se lleva a cabo el acto a beneficio de las víctimas del terremoto. En la primera fila, sentados uno al lado del otro, Juan Domingo Perón y Eva Duarte conversan animadamente. A partir de esa noche ya no se separarán. Y el 22 de octubre de 1945, una semana después de la consagración de Perón como líder popular, se casan.
A los siete meses de su casamiento, Juan Domingo Perón ya es presidente y Eva Duarte, con apenas 27 años, la primera dama. Su juventud y su perfil de artista popular la hacen muy distinta de las anteriores primeras damas, generalmente provenientes de la alta burguesía.
Desafiando los prejuicios que apuntan a su origen social, Evita asume plenamente las responsabilidades de su rol protocolar. Incluso, decide ir más allá. En 1947, Eva Perón, en representación de su esposo, inicia una larga gira por Europa que incluye una visita a España con el objeto de firmar un acuerdo de cooperación económica. Perón decide enviar a Eva, y no ir él mismo, ya que no quiere asociar su figura a la de líderes de tipo fascista, como el dictador español Francisco Franco.
La gira, que incluye destinos como París, Suiza y el Vaticano, hace mundialmente conocida a Evita. Cuando regresa la Argentina, la fastuosa recepción que le brindan el gobierno y los sectores populares estimula a Eva a tomar confianza en sus aptitudes políticas. Esta calurosa recepción, sumada al éxito de su misión diplomática, hace que Eva Perón decida dar un giro decisivo a su rol de primera dama.
Luego de su gira europea, Evita asume decididamente una intensa labor benefactora. Un año antes, mediante un decreto, el gobierno había intervenido la Sociedad de Beneficencia, órgano a través del cual las damas de la alta sociedad realizaban actos de caridad con dinero proveniente del Estado. Evita aprovecha esta situación y crea una nueva fundación de ayuda social, a la que bautiza con su propio nombre.
La Fundación Eva Perón plantea un nuevo modo de llevar a cabo la asistencia a los sectores necesitados, más cercana a la idea de justicia social que propone el peronismo que al tradicional concepto de limosna.
“La limosna para mí fue siempre un placer de los ricos, el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna sea más miserable y más cruel inventaron la beneficencia. La limosna y la beneficencia son, para mí, ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes.”
Expresiones como esta manifiestan el rechazo que Eva Perón siente por las clases altas. Un sentimiento de enemistad que es mutuo, y que se mantiene como un rasgo destacado durante toda la carrera política de Evita.
Con la Fundación Eva Perón, Evita busca asistir a los sectores más desprotegidos, aquellos a los que las políticas sociales del Estado no logran alcanzar, como los ancianos y ancianas, las madres sostén de hogar, y los niños y niñas. Recurriendo a aportes del Estado, contribuciones de la CGT y donaciones –no siempre voluntarias– de empresas privadas, la Fundación Eva Perón comienza a financiar sus propios proyectos de vivienda obrera, policlínicos y hogares de tránsito para familias carenciadas.
Al mismo tiempo, promueve eventos deportivos, distribuye juguetes y crea bolsas de trabajo. Las máquinas de coser, que Evita entrega personalmente a las mujeres que acuden a ella en busca de trabajo, se convierten en uno de los emblemas de la Fundación.
La entrega de estas máquinas representa el modelo de labor femenina que sostiene el peronismo, más ligado al rol femenino de madre y ama de casa (subordinada al tradicional modelo de familia patriarcal) que al mundo del trabajo fuera del hogar.
De forma paralela a su labor por los más humildes, Eva Perón va introduciendo en la agenda del gobierno una importante reivindicación para el género femenino. El derecho al voto de la mujer es un debate que ya lleva varios años y que el peronismo no tarda en retomar.
Si bien en San Juan las mujeres han accedido a las urnas en 1927, y en 1932 se presentó un proyecto de ley nacional que recibió media sanción, Evita pronto se convierte en una activa promotora del voto femenino, y desde el gobierno se la presenta como la principal impulsora de esta causa, lo que genera un gran malestar entre muchas militantes feministas y de izquierda, que llevan varias décadas sosteniendo el reclamo.
Pese a las críticas, la iniciativa llega al Congreso, y para el año 1947 la ley de Sufragio Femenino se convierte en realidad.
Esta transcripción de un programa de radio muestra el clima de la época: “La cámara de Diputados de la Nación, accediendo al pedido de la presidenta del partido Peronista Femenino, señora Eva Perón, acaba de sancionar la amnistía a la ley de Enrolamiento Femenino.
Madre: –Eso no es para mí. Hija: —¡Es una ley, hay que cumplirla...! ¡La mujer puede y debe votar! Debe elegir apoyar y votar a quienes crea más capacitados para cuidar el bienestar presente y el futuro de nuestros hijos, para que Argentina sea socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana como dice el preámbulo constitucional.
Madre: —¿Quiere decir entonces que nosotras también decidiremos? Cuñado: —Sí, ustedes ahora también decidirán quienes serán los más capaces de llevar a la Argentina a los grandes destinos que tiene asignados.
Segunda hija: —¡Pero para nosotras es mucha responsabilidad! Hija: —Ese es el gran honor que se nos ha dispensado, gracias a la lucha de Eva Perón. Reconocer que nosotras, las mujeres argentinas, nos merecemos también la enorme responsabilidad de elegir los destinos de la patria.”
A medida que crece el influjo de su figura dentro del gobierno, Eva Perón va estrechando lazos con un sector que cada vez tiene más influencia en la política nacional: la dirigencia sindical.
Como símbolo de la unión entre el peronismo y los sindicatos, en 1948 la esposa del presidente dona a la CGT el edificio de la calle Azopardo, construido justo enfrente de la casa central de la Fundación Eva Perón. A partir de hechos como este, María Eva Duarte va dejando de ser solamente la primera dama para convertirse en uno de los nexos entre Perón y los trabajadores, a quien ella llama cariñosamente sus “descamisados”. Un pueblo trabajador que, según palabras del mismo presidente, es el factor clave de la nueva Argentina que se intenta construir desde el gobierno.
Para fines de la década de los 40, las políticas de bienestar impulsadas por el gobierno peronista comienzan a tener efectos positivos en la vida cotidiana de los trabajadores. Miles de familias obreras comienzan a disfrutar de un nivel de confort y prosperidad hasta entonces desconocido para ellas.
Estos logros materiales contribuyen a que un sector mayoritario de la clase trabajadora se identifique rápidamente con el peronismo. Pero en esa identificación es aún más decisiva la sensación de muchos trabajadores de estar por primera vez integrados plenamente a la sociedad argentina, de que también ellos cuentan con derechos, de que se los respeta.
La adhesión al peronismo se expresa sobre todo en la identificación con sus dos figuras más importantes. Con el pasar de los meses el fervor de las grandes manifestaciones se traslada también al interior de los hogares, y los nombres de Perón y Evita empiezan a formar parte de la vida familiar.
En 1949, el Congreso Nacional sanciona una reforma a la Constitución, que entre otras modificaciones incluye una cláusula que permite la reelección del presidente. Una vez habilitado para la reelección, Perón se pone inmediatamente en campaña para un segundo mandato.
Ese mismo año, una fuerte caída en las exportaciones, sumada a un incipiente brote inflacionario, provoca una crisis económica, que reduce notablemente los recursos del Estado y se traslada rápidamente al bolsillo de los trabajadores. El gobierno, preocupado ante la posibilidad de perder influencia en los sectores populares, inicia una exhaustiva política de comunicación, tendiente a exaltar la figura del presidente y de la primera dama, y a reforzar la identificación de los trabajadores con el movimiento peronista.
Esta política de peronización de la sociedad incluye actos públicos masivos, la enseñanza de la doctrina peronista en las escuelas y la presencia casi permanente de Perón y Eva Perón en los principales medios de comunicación.
Desde sus inicios, el gobierno peronista concede a los medios de comunicación una importancia vital. Los medios radiofónicos son usados tanto para amplificar la voz de Perón en los multitudinarios actos en Plaza de Mayo como para llevar su mensaje de gobierno hasta los rincones más remotos del país.
Por otro lado, los noticiarios y las películas de propaganda producidas por el gobierno muestran los grandes cambios sociales, económicos y culturales que trae consigo el peronismo. En pocos meses, todas las salas del país reproducen imágenes de fábricas, barrios obreros, inauguraciones de hospitales y distintos actos de gobierno, al mismo tiempo que el presidente y la primera dama adquieren tanto o más protagonismo en la pantalla que las parejas más famosas del cine de la época.
Ante el agravamiento de la crisis económica y de las crecientes críticas de los sectores opositores, esta política de producción de imágenes oficiales se intensifica. Y para fines de los años cuarenta casi no queda avenida, plaza o edificio público donde los retratos o los nombres de Perón y Evita no ocupen un espacio importante.
Llegada la década de los 50, la campaña de peronización de la sociedad avanza, saturando de imágenes y discursos políticos la vida cotidiana. Para ese momento Evita es, sin duda, la segunda figura más fuerte del gobierno, aunque su cargo de primera dama reviste atributos más honoríficos que gubernamentales.
Con el fin de consolidar su papel político, y haciendo uso de los derechos que otorga la ley 13.010 (que permite a las mujeres presentarse a cargos electivos), Evita se dedica a organizar una nueva rama del partido gobernante: el Partido Peronista Femenino.
A fines de enero de 1950, en un barrio de viviendas obreras, rodeada por maestras, enfermeras y amas de casa, Eva Perón inaugura la primera unidad básica del Partido Peronista Femenino. Uno de los objetivos de estas unidades básicas es crear la estructura partidariafemenina. Además, en muchas ocasiones actúan como intermediarias entre la Fundación Eva Perón y las mujeres de clases sociales más bajas.
En las unidades básicas también se brinda a las mujeres atención médica, asesoría legal, se dictan cursos de cocina, costura y enfermería, y se ofrece el servicio de guardería para que las mujeres trabajadoras puedan dejar a sus hijos. Las unidades básicas actúan como plataforma para que en torno a Evita se comience a pensar en su propia candidatura a un cargo electivo. Un cargo que ratifique mediante el voto popular el amplio consenso del que goza su figura.
Para el verano de 1951, la candidatura de Juan Domingo Perón a una segunda presidencia ocupa gran parte de los esfuerzos oficiales.
Tantos años de política fuertemente personalista hacen que toda la segunda línea del elenco gobernante se vea eclipsada por la figura del presidente, por lo que el nombre del candidato a la vicepresidencia pronto comienza a instalarse como una incógnita.
Para ese entonces, Evita es una figura clave en el vínculo político y afectivo entre Perón, y sus simpatizantes. La labor benefactora de su Fundación y su fuerte enfrentamiento con la alta burguesía la hacen acreedora de un creciente cariño popular y, dentro del gobierno, ya cuenta con un grupo de funcionarios que responde a ella con tanta o más fidelidad que al mismo Perón.
Inmediatamente, desde diversos sectores políticos, gremiales e institucionales ligados al partido Peronista, surgen adhesiones a la figura de Eva para integrar el binomio presidencial.
A pocos meses de las elecciones, la estrella de María Eva Duarte parece brillar como nunca antes. Mientras su figura política se fortalece dentro de las filas del partido Peronista Femenino, varios sectores de la CGT ya ven como un hecho su candidatura a la vicepresidencia.
Inesperadamente, en medio del fragor de la campaña, Eva comienza a sufrir una serie de desmayos, que culminan en una internación con diagnóstico de apendicitis aguda. Durante una cirugía exploratoria, el doctor Oscar Ivanissevich, médico personal de Evita y ex ministro de Educación, descubre un cuadro mucho más alarmante. La noticia de que Eva Perón padece cáncer de útero provoca una fuerte conmoción entre sus allegados.
Eva, lejos de acobardarse, decide seguir adelante con su candidatura como si nada sucediera. Al mismo tiempo que el gobierno se esfuerza por disimular ante la opinión pública la preocupante condición de Eva, la posible candidatura de la primera dama comienza a generar malestar entre los sectores más antiperonistas del Ejército, que ven a Evita como una figura política mucho más inflexible que el mismo Perón.
A pesar de su enfermedad y de las presiones del sector castrense, para mediados de 1951 la candidatura de Eva Perón a la vicepresidencia parece tener grandes posibilidades de concretarse.
El 22 de agosto de 1951, la avenida Nueve de Julio comienza a poblarse de una densa marea humana, que ocupa más de diez manzanas del Obelisco hacia el sur. Para ese día, la CGT había organizado un Cabildo Abierto con la intención de lanzar públicamente la fórmula presidencial Juan Domingo Perón-Eva Perón.
Las horas pasan y la expectativa de la multitud aumenta.
Pocos lo saben, pero ese día, Eva Perón decide emprender su retirada definitiva del escenario político. Pocos días más tarde, Evita hace oficial su renuncia por cadena nacional.
“LRA Radio del Estado Buenos Aires, conjuntamente con la red argentina de radiodifusión transmitiendo desde la residencia presidencial en la avenida Libertador General San Martín. Habla doña Eva Perón, quien anunciará una decisión trascendental al pueblo de la nación.
‘Compañeros: Quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme en el histórico Cabildo Abierto del 22 de agosto.
No renuncio a la lucha ni al trabajo, renuncio a los honores. Por los trabajadores, y por los descamisados, seguiré luchando como hasta hoy con el corazón y el pensamiento puesto en el General que, con la grandeza extraordinaria de su alma, supo dejar mi decisión de estos días librada al arbitrio de mi propia conciencia y de mi propia voluntad’.”
Esa noche, en miles de hogares peronistas, la tristeza comienza a reemplazar la euforia de los primeros años.
El 11 de noviembre de 1951, triunfa en las elecciones la fórmula Perón-Quijano, con un 62 por ciento de los votos. El 4 de junio de 1952, Eva Perón, visiblemente desmejorada, asiste a la asunción de su marido para el segundo mandato.
A partir de ese momento, la figura de Evita desaparece de la vida pública y su presencia física comienza a ser reemplazada por su presencia simbólica.
En los últimos días del mes de julio de 1952, un clima de tensa espera invade los barrios populares. En todos los puntos del país los altares y capillitas para rezar por la salud de Eva se multiplican, mientras que en las residencias de la clase alta se preparan parabrindar con champagne por la muerte de quien consideraban su más acérrima enemiga.
En la noche del 26 de julio, por cadena nacional, la voz de un locutor anuncia el final inevitable.
“Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20:25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, jefa espiritual de la nación. Los restos de la señora Eva Perón serán conducidos mañana en horas de la mañana al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente.”

- Cierre -
Los días posteriores a su muerte muestran el componente afectivo que liga a Eva Perón con las clases populares. Largas filas de simpatizantes que asisten a su velatorio y multitudinarias muestras de dolor marcan el final de una época de optimismo y entusiasmo popular, que había comenzado el 17 de octubre de 1945.
Si bien Evita muere a los 33 años, tras apenas seis años de actuación política, su rostro queda grabado en la historia del siglo XX como un símbolo de lucha social, y su voz, como el testimonio de miles de sus descamisados, que ven en ella la materialización de sus más profundos anhelos y aspiraciones.
“Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón, y la bandera de mi pueblo.
Y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.”

Historia de un país. Argentina Siglo XX – Canal Encuentro
Guión: Ezequiel Cazzola – Asesoramiento Histórico: “Eternautas” – Coordinador: Gabriel Di
Meglio/ Gustavo Alvarez/ Juan Pablo Fasano – Coordinadora general: Jésica Tritten – Archivo
histórico documental de Canal Encuentro: Claudia Perel/ María Flores/ Gachi