jueves, 19 de noviembre de 2009

“El Cordobazo”




Ver el video en el sitio del Canal Encuentro en: http://www.encuentro.gov.ar/content.aspx?id=1236

- Presentación -
Es la mañana del 29 de mayo de 1969. En la ciudad de Córdoba, numerosas columnas de trabajadores parten de las principales fábricas para marchar contra las políticas de represión y ajuste económico impuestas por la dictadura militar de Juan Carlos Onganía.
La protesta obrera también es acompañada por cientos de estudiantes universitarios, que se congregan en el Barrio Clínicas a la espera de las columnas trabajadoras.
Mientras obreros y estudiantes ganan las calles de la ciudad, una enorme formación policial se concentra alrededor de la plaza principal, para cerrarles el paso.
La represión no se hace esperar. Y lo que comienza como una simple movilización termina convertido en una auténtica rebelión popular. A los estudiantes y los obreros se suman los vecinos, y en cuestión de minutos la ciudad de Córdoba arde.
La rebelión, bautizada popularmente como el “Cordobazo”, recién puede ser sofocada en la tarde del día siguiente, cuando el ejército logra ocupar la ciudad.
Soplan vientos nuevos en la política argentina: las grandes movilizaciones y la lucha popular llegaron para quedarse, y anuncian tiempos de agitación, violencia y desencuentro.

- Desarrollo -
La noche del 28 de junio de 1966, un golpe de Estado derroca al presidente constitucional Arturo Humberto Illia, y designa en su lugar al general Juan Carlos Onganía. Onganía es un militar nacionalista de formación cristiana, que desde principios de la década del 60 lidera una facción de las Fuerzas Armadas, conocida como el bando “azul”.
Los “azules”, en sus comienzos, proponían la defensa de las instituciones democráticas y la no injerencia de las Fuerzas Armadas en asuntos políticos. A diferencia de otros militares, tenían una visión menos negativa del peronismo, al que consideraban un freno para el que creían su verdadero enemigo: el comunismo internacional, cada vez más presente en América Latina a partir del triunfo de la Revolución Cubana.
Pero para mediados de la década del 60, la confianza de los azules en el sistema democrático disminuye, y su anticomunismo crece de forma desmesurada.
Llegado 1966, el bando azul termina dando un golpe de Estado, que convierte a Juan Carlos Onganía en el octavo presidente de facto de la República Argentina.
Cuando Onganía toma el poder, no fija ningún plazo concreto para devolverlo. Su gobierno, autodenominado “Revolución Argentina”, tiene como principal objetivo cambiar de raíz el sistema político del país y poner un corte definitivo a las actividades del peronismo y el comunismo.
Con este objetivo, la dictadura de la Revolución Argentina proscribe a todos los partidos políticos, cierra el Congreso, interviene las universidades nacionales y prohíbe todas las agrupaciones políticas estudiantiles.
El 29 de julio de 1966, apenas pasado un mes de la asunción de Onganía, estudiantes y docentes de la Universidad de Buenos Aires, en protesta por la intervención de esta casa de estudios, ocupan los edificios de las facultades de Ciencias Exactas, Arquitectura y Filosofía y Letras.
El gobierno responde enviando a la guardia de infantería, que desaloja a los golpes a docentes y estudiantes. Este hecho, conocido como “La noche de los bastones largos”, inaugura una etapa de fuerte censura sobre la vida cultural e intelectual del país, que hasta la llegada del golpe vivía un período de gran desarrollo y excelencia.
Desde el momento de su asunción, los ideólogos de la Revolución Argentina presentan un programa de gobierno, al que dividen en tres tiempos:
El tiempo económico: destinado a reconstruir la economía.
El tiempo social: consagrado a reordenar la sociedad de acuerdo con lo que ellos consideran las bases occidentales y cristianas.
Y el tiempo político: dedicado a cambiar de raíz el sistema político, desplazando a los partidos tradicionales del lugar central, para dar paso a nuevas formas de participación ciudadana.
Con el fin de poner en marcha “el tiempo económico”, el ministro de Economía de la Revolución Argentina, Adalbert Krieger Vasena, presenta un plan de desarrollo industrial sostenido principalmente por el capital extranjero.
Al poco tiempo de asumir, el ministro Krieger Vasena devalúa la moneda en un 40 por ciento, y congela los salarios por un plazo de 20 meses. Al mismo tiempo, el gobierno suspende las paritarias, elimina los subsidios a las economías regionales, y procede a despidos masivos en la administración pública.
Esta política económica atrae rápidamente nuevas inversiones del extranjero, pero perjudica seriamente al sector obrero. Debido a la eliminación de los subsidios, gran parte de los ingenios azucareros de la provincia de Tucumán se ven obligados a cerrar, dejando sin empleo a miles de trabajadores. Lo mismo sucede con muchas empresas de capital nacional, que al no poder competir con sus pares extranjeras, quiebran.
Si bien las políticas de ajuste del ministro Krieger Vasena no son nuevas, por primera vez hay un régimen autoritario dispuesto a llevarlas hasta las últimas consecuencias.
A pesar de ello, el sindicalismo peronista, representado por los dirigentes Augusto Timoteo Vandor y José Alonso, intenta un acercamiento con el nuevo gobierno. Incluso el mismo Perón, todavía en el exilio, ve con buenos ojos a Onganía, a quien considera un militar cristiano, profesional y anticomunista con el que se puede
llegar a entender.
Las esperanzas del peronismo en el nuevo gobierno duran apenas unos pocos meses. El plan de racionalizar los ferrocarriles y el cierre de los ingenios azucareros pone a la CGT en pie de guerra.
A fines de febrero de 1967, los sindicatos peronistas idean un nuevo plan de lucha, cuya primera medida es declarar una huelga general.
La respuesta del gobierno es suprimir la personería jurídica de los gremios azucarero, metalúrgico, textil, telefónico y ferroviario.
Los dirigentes más conciliadores intentan negociar con el gobierno, pero del otro lado sólo encuentran silencio.
Llegado marzo de 1967, los principales líderes de la CGT se encuentran entre dos fuegos:
-Si se resisten a las medidas del nuevo gobierno, este cuenta con todo el poder para arrasarlos.
-Si no se resisten, el mismo movimiento obrero, tarde o temprano, los va a cuestionar.
El conflicto interno de la CGT no tarda en estallar. Mientras los dirigentes tradicionales como Vandor y Alonso asumen una actitud pasiva, los sectores más combativos llaman a resistir los excesos autoritarios de la dictadura de Onganía. Entre estos últimos sectores se destaca la figura de un dirigente del gremio gráfico: Raimundo Ongaro.
En marzo de 1968, la CGT busca definir su accionar ante las políticas represivas de la dictadura, y con este fin organiza un nuevo Congreso Normalizador. El gobierno de Onganía, con el apoyo de Vandor, decide impedir la participación en el congreso de los sindicatos estatales, en su mayoría alineados tras la figura de Raimundo
Ongaro.
Los partidarios de Ongaro no hacen caso a esta prohibición y se reúnen en la sede del sindicato de transporte. Vandor, que no quiere perder el control de la CGT, retira a todos los delegados fieles a su conducción, con la intención de dejar sin quórum al congreso.
A pesar de la maniobra de Vandor, los sectores combativos logran reunir el quórum necesario, y el Congreso Normalizador se lleva a cabo. Al término de este, Raimundo Ongaro es elegido nuevo secretario general de la CGT.
La designación de Ongaro caldea los ánimos de los seguidores de Vandor, que se niegan a aceptar a la nueva conducción, por lo que deciden apartarse para formar otra CGT.
De esta manera, el movimiento obrero argentino queda dividido en dos: por un lado, el sector combativo, que pasa a llamarse CGT de los Argentinos –cuya sigla es CGTA; su líder, Raimundo Ongaro, cuenta con el apoyo de la mayoría de los sindicatos del interior. Por otro lado, el sindicalismo vandorista, menos crítico del gobierno, que mantiene la tradicional sigla CGT.
A mediados de 1968, los intentos de control político y social de la dictadura de Onganía generan un profundo malestar en varios sectores de la población. Para esta época, una provincia argentina se convierte en uno de los principales focos del descontento.
La provincia de Córdoba es la segunda zona industrial del país, después de Buenos Aires. Gran parte de sus sindicatos responden a la CGT de los Argentinos, y uno de sus líderes, Agustín Tosco, adquiere cada vez más relevancia a nivel nacional.
Además de ser un polo industrial, Córdoba también se distingue por su rica tradición universitaria y la activa militancia política de sus estudiantes. Pero la represión desatada tras el golpe del 66 hace que los principales líderes estudiantiles cordobeses deban seguir sus actividades desde la clandestinidad.
El clima de persecución política y el recorte de las libertades, comienzan a acercar posiciones entre líderes estudiantiles y dirigentes de la CGT de los Argentinos, quienes rápidamente tienden lazos de solidaridad entre sus organizaciones.
Para 1968 la alianza entre obreros y estudiantes es un fenómeno de trascendencia mundial. En mayo de ese año, una revuelta estudiantil sacude a la ciudad de París. Lo que había empezado como una simple protesta contra de una reforma educativa, en cuestión de horas se convierte en un rechazo al sistema político y social en su conjunto, que no tarda en ser apoyado por el movimiento obrero francés.
Pocos meses después, en la plaza de Tlatelolco, ciudad de México, estudiantes y trabajadores se congregan para manifestar contra el gobierno. En las últimas horas de la noche, fuerzas militares y policiales inician una dura represión, que termina desatando una masacre.
También en 1968, a las agitaciones de París y México se suman las masivas manifestaciones, protagonizadas por jóvenes estadounidenses en contra la guerra de Vietnam, y los sucesos de la “primavera de Praga”, un intento del pueblo checoslovaco para transformar el rígido sistema comunista de su país.
Llegado el año 69, el clima político de la provincia de Córdoba es de total efervescencia. Al descontento de los obreros y los estudiantes se suma el de la clase media, perjudicada en gran medida por el plan económico del ministro Krieger Vasena.
A principios de año, un fuerte aumento en el impuesto inmobiliario termina de despertar la indignación de la población cordobesa.
Para este tiempo quedan muy pocos lugares donde hacer política. De manera imprevista, un sector de la Iglesia católica, principal aliado del gobierno de Onganía, se convierte en un gran crítico de la dictadura.
A mediados de 1968, en la provincia de Córdoba se lleva a cabo el Primer encuentro Nacional de Sacerdotes para el Tercer Mundo. El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo es una nueva corriente dentro de la Iglesia católica, que surge en apoyo a los postulados del Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín.
Los sacerdotes tercermundistas proponen la existencia de una Iglesia con “opción por los pobres”, y alientan a los creyentes a una mayor participación política, para lograr lo que algunos llaman un “socialismo cristiano”. Este movimiento es recibido con gran entusiasmo por varios sacerdotes argentinos, muchos de los cuales viven y trabajan en la provincia de Córdoba.
Es así que muchos estudiantes y trabajadores cordobeses, imposibilitados de hacer política por las vías normales, encuentran en algunas iglesias de su provincia un lugar donde reunirse y discutir sus ideas.
En los primeros días de mayo de 1969, el clima político cordobés entra en combustión. La mecha del conflicto la encienden los obreros de las empresas metalúrgicas, indignados por cobrar los salarios más
bajos del país dentro de su rubro.
Los trabajadores de la industria automotriz, afectados por las frecuentes suspensiones y la eliminación del “sábado inglés”, deciden sumarse a la protesta. Su líder sindical, Elpidio Torres, busca el apoyo de Agustín Tosco, máximo referente de la CGT de los Argentinos en Córdoba.
Por su parte, Tosco también entra en conflicto con el gobierno de la provincia. El anuncio de una privatización parcial de la EPEC, la empresa provincial de electricidad, pone a su sindicato en pie de guerra.
A Torres y a Tosco se termina sumando Atilio López, secretario general del sindicato de Transporte, descontento por la reorganización del régimen de transporte de la ciudad, que afecta directamente los intereses de sus trabajadores.
Mientras el conflicto obrero cordobés crece de manera exponencial, en la provincia de Corrientes, durante una protesta por el cierre de un comedor universitario, muere el estudiante de Medicina Juan José Cabral, víctima de la represión policial.
La protesta de los estudiantes correntinos se extiende rápidamente a todo el país, y en ciudades como Córdoba, Rosario, La Plata y Tucumán el reclamo universitario es acompañado por los principales dirigentes del sindicalismo combativo.
En una de estas movilizaciones, en la ciudad de Rosario, pierden la vida los estudiantes Adolfo Bello y Luis Blanco. Al día siguiente, durante una marcha de silencio en su homenaje, estudiantes y miembros de la CGT de los Argentinos protagonizan un duro enfrentamiento con la policía rosarina.
Debido a la intensidad de las manifestaciones, el 22 de mayo Rosario es declarada “zona de emergencia”. En cuestión de horas los enfrentamientos entre los estudiantes y la policía recrudecen, y el Ejército decide ocupar la ciudad.
La situación puede ser controlada recién el día 28. Para este momento en todo el país se habla del “Rosariazo”.
En la provincia de Córdoba la protesta obrera y estudiantil no es menos cruenta. La represión ejercida por la policía termina con la instalación de barricadas en el Barrio Cínicas, tradicional barrio estudiantil de la capital cordobesa.
Ante el agravamiento de la situación, desde Buenos Aires, la CGT de Vandor y la CGT de los Argentinos de Raimundo Ongaro acuerdan llamar a un paro nacional de 24 horas para el 30 de mayo. De forma paralela, los dirigentes de la CGT de los Argentinos cordobesa deciden iniciar la huelga un día antes.
48 horas antes de que esta empiece, Raimundo Ongaro, que viaja especialmente a Córdoba para participar de la huelga, es detenido por la policía. A pesar de esto, el plan no se suspende. El 28 de mayo de 1969, pocas horas antes de la movilización, Agustín Tosco, Elpidio Torres y Atilio López llegan a un acuerdo con los estudiantes cordobeses. El día 29, obreros y estudiantes marcharán por las calles de la ciudad de Córdoba. Si bien lo harán en columnas separadas, el objetivo será el mismo: decir basta a la dictadura de Onganía.
La mañana del 29 de mayo no es una más en la ciudad de Córdoba.
En la entrada de las principales fábricas se respira un clima de entusiasmo y agitación. La mayor actividad de la jornada se registra en el barrio Santa Isabel, a la entrada de la planta IKA-Renault.
Desde horas tempranas de la madrugada, Elpidio Torres, titular de SMATA, espera la salida de los trabajadores del turno mañana.
Pasadas las 11 de la mañana, Torres, seguido por unos 4000 trabajadores, marcha hacia el centro de la ciudad por la avenida Vélez Sarsfield.
Por la avenida Colón, los obreros de Luz y Fuerza, liderados por Agustín Tosco, marchan en dirección a la Plaza San Martín, el punto de encuentro fijado por la CGTA para la realización del acto.
En el trayecto, la columna de Tosco debe atravesar el Barrio Clínicas, el lugar donde se congregan los estudiantes.
Pasado el mediodía, las calles de la ciudad de Córdoba se colman de estudiantes y trabajadores, que marchan de manera pacífica y organizada. La cantidad de asistentes supera largamente los cálculos de la policía, que establece un gigantesco cordón alrededor de la plaza principal, para cerrarles el paso.
Al acercarse los primeros manifestantes, la policía intenta repelerlos mediante el uso de gas lacrimógeno. Los estudiantes responden arrojando bombas caseras y bolitas de acero, que entorpecen el paso de los caballos de la policía montada.
Al escuchar los primeros disparos policiales, algunos trabajadores se despliegan por los barrios cercanos, donde son auxiliados por los vecinos, quienes les acercan palos, botellas y cadenas para poder defenderse.
A pesar de la intensa represión, la columna principal continúa su avance e intenta ganar la plaza.
El jefe del operativo da la orden de disparar sobre los manifestantes, lo que provoca la primera víctima fatal de la jornada: el obrero
Máximo Mena. La muerte de Mena, lejos de dispersar la marcha, une más a los manifestantes, quienes arremeten a pedradas contra la policía.
En cuestión de segundos, los alrededores de la plaza se convierten en el escenario de una batalla campal, por lo que la policía decide emprender una veloz retirada.
A partir de este momento la protesta pierde toda organización y se transforma en una rebelión popular, sin líderes ni plan definido.
A las 13 horas del 29 de mayo, en la ciudad de Córdoba se respira un clima de guerra civil. Los comerciantes, asustados, bajan las persianas de sus negocios, mientras que los vecinos aportan colchones y muebles viejos para construir barricadas.
En pocos minutos, las 150 manzanas que comprenden los barrios Alberdi, Clínicas, Nueva Córdoba, San Martín y Güemes se convierten en una zona liberada, que las fuerzas del orden provinciales ya no pueden controlar.
Mientras que en los alrededores del Cabildo y la Plaza San Martín la policía intenta reagruparse, en la Avenida Colón grupos aislados de manifestantes incendian autos y locales de conocidas empresas multinacionales. La elección de estas empresas no es casual, ya que representan al capital extranjero, principal beneficiario de las políticas económicas del gobierno de Onganía.
Al caer la tarde, más de 50.000 personas se concentran en los barrios Clínicas y Alberdi. En lo alto de los edificios, civiles armados con pistolas, escopetas de caza y bombas molotov se aprestan a resistir el embate de las fuerzas militares. Para esa hora, el Tercer Cuerpo del Ejército se prepara para tomar la ciudad.
Así lo relataba el periodista Sergio Villarrue l :
Noticiero 13 en la ciudad de Córdoba, en la avenida principal que da acceso al radio de la ciudad capital, en el momento en el que hace su entrada el Ejército, para hacerse cargo de la situación de la ciudad.
Estos son efectivos de la Escuela de Tropas Aerotransportadas, al mando del general Carcagno, que hace algunos minutos han salido de la unidad en la que están asentadas, cumpliendo instrucciones del comandante del Tercer Cuerpo, Sánchez Laos, para hacerse cargo de la situación en la ciudad de Córdoba. Es decir, se ha planteado una situación similar a la que se produjera hace unos días en la ciudad de Rosario.
Estos son los efectivos de la Escuela de Tropas Aerotransportadas, con asiento en camino a Calera, kilómetro ocho y medio.
Reiteramos, es la primera unidad del ejército que se acerca para hacer su entrada en la ciudad y tomar a cargo el control de la misma.
La policía de capital y provincia no es suficiente para controlar todos los focos de agitación que están produciéndose, según dice un comunicado del propio comando del Tercer Cuerpo, en los distintos lugares de la ciudad.
Con la llegada de la noche, la resistencia popular continúa. En barrios como el San Martín y el Nueva Córdoba la situación se hace incontrolable.
Pasadas las 23, un apagón provocado por militantes del sindicato de Luz y Fuerza cubre de sombras la ciudad.
Por el lapso de dos horas, el ejército que queda totalmente aislado e incomunicado en medio de la oscuridad, y la única luz que alumbra las calles de Córdoba es la de las fogatas y los autos incendiados.
Recién a la una de la madrugada los militares logran reestablecer la luz eléctrica. La rebelión comienza a ser controlada.
Las tropas de infantería realizan detenciones a mansalva, y ultiman a varios de los tiradores civiles apostados en los edificios y terrazas.
Llegado el 30 de mayo, Córdoba es una ciudad ocupada. Tanques de guerra recorren sus calles, y cada una de sus casas y sus esquinas son, a los ojos de los militares, territorio enemigo.
En el transcurso de la mañana, Agustín Tosco y Elpidio Torres son detenidos, y en menos de 24 horas son juzgados por tribunales militares y condenados a varios años de prisión.
Para las 6 de la tarde, el barrio Clínicas, principal foco de la pueblada, ya está controlado. Los obreros y estudiantes que no fueron heridos o encarcelados buscan refugio en los barrios de los alrededores, tratando de escapar de la feroz represalia de los militares.
A pesar que los daños materiales son similares a los de un terremoto, los vecinos, en las calles, viven la jornada como un triunfo. En cuestión de horas, toda una sociedad logró salir de la apatía y el derrotismo, para pronunciarse contra un gobierno sostenido mediante la represión y la censura. Un gobierno, que después del Cordobazo, tiene las horas contadas.

- Cierre -
Los sucesos del Cordobazo echan por tierra el proyecto autoritario de la dictadura de la Revolución Argentina. Onganía, el gran perdedor de la jornada, debe resignar todos sus planes de permanencia en el poder e iniciar la cuenta regresiva de su gobierno.
La tenacidad de la lucha popular obliga a las Fuerzas Armadas a replantear su estrategia y a pensar en una posible apertura política.
De seguir por el camino de la represión, el riesgo de caer en el caos es mucho mayor.
El otro gran perdedor de la jornada es el sindicalismo vandorista, que ve fuertemente cuestionado su liderazgo. En los años siguientes al
Cordobazo aparecerán trabajadores que no sólo cuestionarán al gobierno, sino también a sus propias dirigencias obreras. Esta nueva corriente sindical, que será conocida como “clasismo”, buscará una alianza entre trabajadores peronistas y militantes de izquierda, con el fin de elaborar un proyecto socialista revolucionario.
El 30 de junio de 1969, un mes después del Cordobazo, Vandor es asesinado por una célula del Ejército Nacional Revolucionario, una de las primeras organizaciones guerrilleras de Argentina. Y mientras la violencia crece, Perón, desde el exilio, alienta a los sectores más combativos de su movimiento, para debilitar aún más al gobierno de Onganía.
El Cordobazo inaugura una nueva etapa en la historia del país, signada por la violencia y la lucha popular, que quedará marcada para siempre en la memoria de los argentinos.

Historia de un país. Argentina Siglo XX – Canal Encuentro
Guión: Ezequiel Cazzola – Asesoramiento Histórico: “Eternautas” – Coordinador: Gabriel Di
Meglio / Gustavo Álvarez / Juan Pablo Fasano – Coordinadora general: Jésica Tritten –
Archivo histórico documental de Canal Encuentro: Claudia Perel/ María Flores/ Gachi González/Verónica Kodalle

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