martes, 20 de octubre de 2009

AUGE Y CAÍDA DEL YRIGOYENISMO



- Presentación -
Varios automóviles con grupos de agitadores armados llegan desde el conurbano hasta la Capital Federal.
El vicepresidente Enrique Martínez se desempeña -desde hace veinticuatro horas- como presidente provisional, en reemplazo de Hipólito Irigoyen, debilitado física y políticamente.
El general José Félix Uriburu, vestido de civil, sale tranquilamente de su casa en Barrio Norte con destino al Colegio Militar de San Martín.
Junto a él, varios colaboradores discuten los pasos a seguir. Los generales Uriburu y Agustín P. Justo ingresan a la casa de gobierno, y obligan al vicepresidente Martínez a firmar la renuncia.
Cuarenta minutos más tarde, los militares alcanzan sus objetivos: derrocar al gobierno radical, terminar con el ciclo de Hipólito Irigoyen y asumir el poder, dando así el primer golpe de Estado de la historia argentina.
- Desarrollo -
En febrero de 1912 se sanciona la Ley Sáenz Peña, que promueve el voto masculino, obligatorio, secreto y universal.
Las mujeres recién tendrán la posibilidad de acceder a las urnas muchos años después, a partir de la sanción de la Ley de Sufragio Femenino, en 1947.
Las elecciones presidenciales se realizan en 1916. Los conservadores, que desde 1880 controlan –mediante el fraude y otros mecanismos el gobierno del país, están convencidos del triunfo electoral, aun cuando por problemas internos se presentan en dos facciones: el Partido Demócrata Progresista, liderado por el santafesino Lisandro de la Torre, y el Partido Conservador, representado por Marcelino Ugarte, gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, la victoria corresponde al líder de la Unión Cívica Radical, Hipólito Irigoyen, y los conservadores deben adaptarse a ser oposición por primera vez en su historia.
Durante la primera presidencia de Irigoyen el radicalismo se propone como una fuerza moral que tiene la misión histórica de construir la Nación. Para el líder radical el partido es la representación de esa nueva Nación y como tal debe gobernar en todo el país.
Con las intervenciones federales, el radicalismo pretende darles a las provincias la posibilidad de votar a sus propios gobernantes, aunque a partir de la Ley Sáenz Peña algunas ya lo habían hecho. Para la oposición es un mecanismo violento y partidista que asegura la hegemonía radical.
Al finalizar el primer gobierno de Yrigoyen, todas las provincias, salvo Santa Fe, han sido intervenidas, y algunas –como San Juan y Mendoza– hasta tres veces. Estas intervenciones federales con fines políticos no tienen diferencia con las realizadas por los gobiernos conservadores, como tampoco hay diferencias en el control de la burocracia estatal. Sin embargo, el radicalismo se distingue desde sus comienzos en lo que hace a la llamada “cuestión social”.
Si bien Yrigoyen se acerca a los trabajadores, recibe a los sindicalistas, media en los conflictos y decide en favor de los obreros en varias ocasiones, cuando las huelgas están dirigidas por anarquistas o son demasiado amplias la respuesta gubernamental es la represión.
Sin embargo, cualquier política de acercamiento a los trabajadores genera resistencia desde los sectores conservadores, que ven este modo de accionar como un estímulo del gobierno a las demandas obreras.
Los conservadores -que han quedado en la oposición- aseguran además que el radicalismo se perpetúa en el poder a merced de los empleados públicos, convertidos en verdaderas “máquinas
electorales”, y acusan de ineficaz al gobierno de Yrigoyen, por darle mayor importancia a la lealtad política que a la capacidad para acceder a los puestos en la administración pública.
Los conservadores creen que la legitimidad para gobernar la otorgan la pertenencia a una familia tradicional, el nivel económico y el prestigio social. Se posicionan como la reserva intelectual y moral del país para el momento en que el gobierno de Yrigoyen -al que llaman “de la chusma radical”- deba dejar el poder por el peso de sus propios errores.
Por su parte, el presidente Hipólito Yrigoyen muestra desprecio hacia el Congreso, dominado por la oposición. Durante la primera administración radical se elaboran pocas leyes y la gran mayoría son rechazadas o no tratadas en las Cámaras.
En el contexto de crisis económica producto de la Primera Guerra Mundial que azota a Europa entre 1914 y 1918, disminuyen las exportaciones y los ingresos fiscales, y se encarecen los productos importados que consume la mayor parte de la población. Los trabajadores, golpeados por la situación económica, comienzan a reclamar aumentos salariales.
Para fines de 1917 estalla en Córdoba el movimiento de reforma universitaria. Las facultades, gobernadas por las academias en manos de miembros vitalicios, fieles representantes de la política previa a 1916, se resisten a todo cambio que ponga en peligro su dominio.
Los estudiantes luchan para modificar los estatutos universitarios, renovar la planta de profesores, cambiar los planes de estudio, las normas disciplinarias y acabar con un sistema de gobierno académico anticuado, dirigido por los conservadores.
Dentro del movimiento reformista conviven radicales, socialistas e independientes.
Yrigoyen apoya el reclamo estudiantil y lo utiliza para avanzar sobre los sectores conservadores. La intervención federal a la universidad no tarda en llegar.
En 1918, triunfa la reforma universitaria. Los planes de estudio se modifican, se nombra a nuevos profesores y se admite en los consejos de las facultades a los representantes estudiantiles.
La reforma universitaria argentina se extenderá desde Córdoba a las universidades de Buenos Aires y La Plata, y luego a las de América Latina.
El modo radical de gobernar -a través de la imposición- genera malestar dentro del Ejército, donde se constituyen logias que están en contra de la política dentro de la institución y defienden el “profesionalismo” militar.
Las fuertes presiones internas y las revoluciones rusa y mexicana provocan pavor entre los sectores conservadores.
La Liga Patriótica, formada por jóvenes de las clases altas y de sectores medios, se dedica a perseguir a judíos y a catalanes, acusándolos de “maximalistas”, anarquistas y de ser los culpables de la instalación de soviets en la Argentina.
En el final de la Primera Guerra Mundial, al restablecerse las importaciones, muchas empresas se ven obligadas a cerrar o a disminuir su personal, generando desempleo y gran descontento en
la clase trabajadora.
Esta situación estalla con furia en enero de 1919, en lo que se conoce como la Semana Trágica.
El Ejército y la Liga Patriótica reprimen salvajemente, y el reclamo deja un desenlace sangriento para los obreros.
Es tan sólo el comienzo.
Entre 1921 y 1922, los trabajadores de la lana, en la Patagonia, van a la huelga. La situación de los arrieros, ovejeros y peones de estancia es penosa. Trabajan de 14 a 16 horas diarias con salarios ínfimos.
Ante un intento de mediación oficial fallido, Yrigoyen envía al ejército a terminar con el levantamiento. Los represores asesinan a los huelguistas que presentan batalla, y fusilan a más de la mitad de los que se entregan sin resistir. Aunque en los diarios anarquistas se extiende una sentencia condenatoria, en el resto del país nadie alza la voz.
La masacre de los obreros del sur será recordada como la “Patagonia Trágica” y constituye uno de los tantos hechos injustos y sangrientos de la historia argentina.
Para la sucesión presidencial de 1922, el radicalismo postula a Marcelo Torcuato de Alvear. Alvear es miembro de una de las familias más tradicionales de Buenos Aires y está vinculado al radicalismo desde sus inicios. En el momento en que se decide su candidatura se desempeña como embajador en Francia.
La fórmula radical se completa con Elpidio González como candidato a vicepresidente. González es hijo de militares y pertenece al radicalismo cordobés. Se ha desempeñado como ministro de Guerra durante el primer gobierno de Irigoyen y como jefe de la Policía durante los hechos de la Semana Trágica.
Los conservadores, que no logran acordar una política común para superar sus rivalidades, presentan dos listas separadas: por un lado, la llamada Concertación Nacional de Fuerzas Opositoras, y por el otro el Partido Demócrata Progresista.
La fórmula radical triunfa en doce provincias y consigue absoluta mayoría en el Colegio Electoral.
Marcelo T. de Alvear es el nuevo Presidente.
Si bien todos los conservadores están enfrentados a Yrigoyen, no sucede lo mismo con Alvear que –aunque representa a un partido popular–, por su pertenencia al patriciado comparte el estilo de la elite de la época y mantiene una muy buena comunicación con los grupos de poder económico y político.
Como presidente, Marcelo T. de Alvear busca disminuir el déficit fiscal y el gasto público incrementado bajo la presidencia de Yrigoyen, moderniza al Ejército nacional, impulsa leyes sobre la jubilación de maestros primarios y fija la jornada laboral en 8 horas de trabajo. Su gobierno se ve favorecido por un descenso general de la conflictividad social.
El nuevo presidente se mantiene independiente de la voluntad y del estilo político del viejo caudillo radical y realiza muy pocas intervenciones federales.
Otra de las medidas tomadas por Alvear es nombrar al general Enrique Mosconi como presidente de la recién creada empresa petrolera del Estado: Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).
La producción de petróleo se amplía notoriamente y se crea la primera refinería del país en la ciudad de La Plata. A lo largo de la presidencia de Alvear se plantea un fuerte debate acerca de la
posibilidad de nacionalizar el petróleo y colocar toda su producción bajo control estatal.
Esta idea será el eje de la campaña de Yrigoyen para las elecciones de 1928.
En el Congreso, durante la presidencia de Alvear, el radicalismo está dividido. Por un lado, quedan los hombres fieles a Yrigoyen que se autodenominan “personalistas”, y por otro, las facciones disidentes del partido llamadas “antipersonalistas”.
Ya a comienzos de 1927 la contienda electoral queda planteada como “con Yrigoyen o contra Yrigoyen”.
La fórmula Hipólito Irigoyen / Francisco Beiró obtiene el doble de votos que sus opositores del Frente Único: Leopoldo Melo / Vicente Gallo, y triunfa en catorce de las quince provincias.
El vicepresidente de Hipólito Yrigoyen, Francisco Beiró, muere al poco tiempo de ganar las elecciones. El Colegio Electoral consagra como vicepresidente a Enrique Martínez, gobernador de Córdoba.
La transmisión del mando se realiza el 12 de octubre en un ambiente agitado por las manifestaciones de adhesión a Yrigoyen. El caudillo radical llega al poder por segunda vez, con 76 años, y tiene el control total de la Cámara de Diputados, aunque no de la de Senadores.
Los mecanismos que utiliza son idénticos a los de su primera presidencia: reparto de cargos públicos e intervención federal para lograr mayoría en el Senado.
Desde la presidencia, Yrigoyen retoma la idea de la nacionalización del petróleo que se discute entre la opinión pública desde la fundación de YPF. Controlar la explotación petrolera sirve para
aumentar los ingresos del Estado y poder continuar con la política de reparto de cargos públicos. Al mismo tiempo, busca asegurar la provisión de combustible barato para el desarrollo del sector
industrial y achicar la dependencia de las importaciones provenientes de los EE.UU.
En 1926, ante la propagación de la aftosa, los EE.UU. prohíben la importación de carnes. Esto genera un sentimiento antinorteamericano entre los terratenientes, que favorece la posición de los conservadores a favor de la nacionalización del petróleo.
El apoyo se extiende a la mayoría del Ejército -que predica un modelo de país autónomo-, a los terratenientes -afectados por el control del negocio de los frigoríficos por parte de los norteamericanos- y a una parte de la población que ve a Estados Unidos como una importante
representación del imperialismo, con una extensa historia de intervencionismo en América Latina.
Pero otros sucesos dejan el tema de la nacionalización del petróleo de lado por el momento. La crisis económica de 1929 -iniciada en Estados Unidos- afecta la economía nacional, y el proceso
inflacionario socava el apoyo a Yrigoyen de los sectores medios y populares urbanos.
La oposición política se vuelve dura en el rechazo al uso de la intervención federal como herramienta política.
Los problemas se acumulan a la espera de que Yrigoyen les dé una solución, ya que el líder radical insiste en estar al tanto de todo. Y entre denuncias de corrupción, renuncias masivas de miembros del gobierno y la creciente incapacidad física de Hipólito Yrigoyen, la situación política se deteriora día a día.
Para mediados de agosto de 1930 el clima político está enrarecido: hay represión policial contra la oposición y también acciones civiles contra comités radicales y marchas de yrigoyenistas.
Los principales líderes de la oposición piden la renuncia de Yrigoyen y lo hacen responsable de lo que suceda si no acepta.
Ministros y militares dejan solo a Yrigoyen.
El 1º de septiembre se anuncia que el presidente está enfermo. El martes 2 renuncia el ministro de Guerra y viejo partidario radical, el general Luis Dellepiane.
La figura del general José Félix Uriburu, fiel representante del nacionalismo de derecha y de los círculos opositores, no deja de crecer.
Mientras tanto, el general Agustín P. Justo, ex ministro de Guerra durante el gobierno de Alvear, prepara su propio golpe.
José Félix Uriburu y Agustín P. Justo coinciden en la necesidad de eliminar la figura de Yrigoyen de la escena política. Mientras Uriburu planea abolir los partidos políticos e instaurar un Estado fuerte que transforme la política y la sociedad, Agustín P. Justo sueña con un corto gobierno de facto, que llame rápidamente a elecciones y permita la vuelta a un período regido por los conservadores.
El vicepresidente Enrique Martínez también pretende desplazar a Yrigoyen del poder para asumir la presidencia.
Las traiciones dentro del seno del gobierno facilitan el estallido del golpe.
Los días 3 y 4 de septiembre se realizan marchas encabezadas por los estudiantes de las universidades de Filosofía y Letras, Ingeniería, Derecho y Medicina exigiendo la renuncia de Yrigoyen.
En Plaza de Mayo, a las puertas de la Casa de Gobierno, se produce un tiroteo en el que mueren un policía y un estudiante.
El 5 de septiembre, Enrique Martínez se hace cargo de la presidencia ante el mal estado de salud del presidente.
A la madrugada siguiente, Uriburu se dirige al Colegio Militar y lo subleva sin encontrar oposición.
Desde allí comienza su marcha con apenas un millar de cadetes y civiles que lo acompañan. Un grupo de aviones llega desde El Palomar y arroja volantes sobre la ciudad. Dicen, entre otras cosas: “queremos desterrar a la política”. La columna rebelde avanza por la capital y suma el apoyo de sectores civiles.
Se hace un alto en la Plaza del Congreso, donde un político conservador pretende dar un discurso en apoyo a los golpistas conservadores, que es interrumpido a balazos. Los insurrectos piensan que los disparos provienen de diputados yrigoyenistas y deciden abrir fuego nutrido contra el recinto.
La columna finalmente llega a la Plaza de Mayo.
Los generales José Uriburu y Agustín P. Justo ingresan a la casa de gobierno y obligan al vicepresidente Enrique Martínez a firmar la renuncia.
- Cierre -
Es el día 6 de septiembre de 1930, y se produce el primer golpe militar de la historia argentina.
Hipólito Yrigoyen, aun enfermo, se dirige a la ciudad de La Plata, desde donde intenta articular la resistencia, pero los jefes militares le informan que también se han plegado a la insurrección. Yrigoyen se entrega y queda detenido en el 7º cuartel de Infantería de La Plata.
Concluyen así catorce años de gobiernos radicales, caracterizados por la popularidad y el liderazgo de Hipólito Yrigoyen.
El personalismo del caudillo radical resulta una forma innovadora de manejar el poder político, que divide al país en dos: se está a favor o en contra de Irigoyen.
Con su derrocamiento, se lleva a cabo el primer golpe de Estado de la historia argentina.
Historia de un país. Argentina Siglo XX – Canal Encuentro
Guión: Paula Romero Levit / Pablo Hidalgo – Asesoramiento Histórico: “Eternautas” – Coordinador: Gabriel Di Meglio / Gustavo Álvarez / Juan Pablo Fasano – Asesoramiento de contenidos: Jésica Tritten – Archivo histórico documental de Canal Encuentro: Claudia Perel / María Flores / Gachi González /Verónica Kodalle

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